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martes, enero 24, 2012

La masturbación a través de la historia

"La ciudad de Mileto para esa fecha, se había hecho famosa en todo el Mediterráneo debido al cuero con el que confeccionaban sus consoladores. Tanto así, que Lisístrata, la heroína de la obra homónima de Aristófanes, era una mujer se quejaba amargamente de la escasez de dildos..."

En la actualidad el onanismo o masturbación sigue siendo visto como un tabú y tachado como actividad vergonzante, pero no siempre fue así. En la antigüedad era un acto común, personal y privado (la mayoría de veces), pero jamás denigrante ni prohibido por ninguna ley. No está muy claro desde cuando empezó a ser condenada y vista como algo perverso y amoral, pero de lo que si estamos seguros, es que gran parte de la culpa fue de la iglesia.

Los mitos más antiguos de la Mesopotamia y Egipto hablan del dios Apsu, que nació del océano primigenio, creándose a sí mismo mediante masturbación, saliva y lágrimas, y de esa forma dio vida a la Vía Láctea. Por eso no es nada raro que las reinas egipcias fueran enterradas hace más de cuatro mil años con todos los objetos que necesitarían en el más allá, principalmente ropa, peines y sus dildos (también llamados consoladores).


Aunque sólo el rígido código de los espartanos condenaba la masturbación, el resto de griegos la consideraba un don de los dioses puesto que el dios Hermes le enseñó a su hijo Pan, más conocido como Fauno, a masturbarse para aguantar el desdeño de la ninfa Echo. El Fauno aprendió bien la lección, superó su dolor y transmitió la enseñanza a los primeros pastores de la arcadia griega.


La masturbación era común en hombres y mujeres, pero es importante destacar que, por más que haya sido un obsequio de los dioses, era considerada una actividad privada y muy personal, aunque como toda regla tenía su excepción. Por ejemplo, el filósofo Diógenes se levantaba la toga y se masturbaba frente al público en el ágora. Obviamente el pueblo se sorprendía y las chicas -unas más, unas menos- se sonrojaban. Diógenes trataba de enseñar que todas las actividades humanas merecen ser hechas en público, que ninguna de ellas es tan vergonzosa como para requerir privacidad. De todas formas, aunque innovadora y audaz en todo sentido su propuesta, sus contemporáneos no estuvieron de acuerdo y no fue secundada.

El famoso médico griego Galeno sostenía que la retención de semen en el organismo era peligrosa y causante de mala salud. Citaba al mismo Diógenes como ejemplo de una persona culta, que practicaba el sexo y también se masturbaba para evitar los riesgos de la retención.

Los dramaturgos también mencionaban los consoladores en sus comedias, mientras los artesanos los representaban en sus jarras y cuencos. La ciudad de Mileto para esa fecha, se había hecho famosa en todo el Mediterráneo debido el cuero con el que confeccionaban sus consoladores. Tanto así, que Lisístrata, la heroína de la obra homónima de Aristófanes, se quejaba tristemente de la escasez de dildos:

“Y ni siquiera de los amantes ha quedado ni una chispa, pues desde que los milesios nos traicionaron, no he visto ni un solo consolador de cuero de ocho dedos de largo que nos sirviera de alivio «cueril». Así que, si yo encontrara la manera, ¿querríais poner fin a la guerra con mi ayuda?”
Línea 110

Para quienes no lo saben, Lisístrata es una comedia que narra la historia de un grupo de mujeres que decidieron suspender las relaciones sexuales con sus maridos, hasta que estos pusieran fin a la interminable guerra entre Atenas y Esparta. Para cumplir su objetivo, echan de menos los buenos consoladores de Mileto confeccionados con piel de perro, si, de perro. Es una buena comedia, pueden descargarla aquí.


Hay algo que es importante señalar, y es que la masturbación entre los hombres griegos adultos, también era vista como un signo de pobreza, ya que cuando tenían dinero preferían pagar a una trabajadora sexual.

Bueno, continuando con el curso de la historia, la masturbación cayó en desgracia en Europa con el inicio del cristianismo, pero lo curioso es que la Biblia no hace mención alguna sobre la masturbación. A pesar de eso, los primeros padres de la iglesia se oponían a esta práctica del mismo modo que a cualquier tipo de sexo no reproductivo. Por ejemplo, Augustine de Hipona (350–430 d.C), un obispo influyente de los primeros años de la iglesia cristiana, enseñaba que la masturbación y otras formas de relaciones sin penetración eran pecados peores que la fornicación, la violación, el incesto o el adulterio. Sostenía que la masturbación y otras actividades sexuales no reproductivas eran pecados "antinaturales" porque eran anticonceptivos. Como la fornicación, la violación, el incesto y el adulterio podían conducir al embarazo, eran pecados "naturales" y por lo tanto muchos menos graves que los pecados "antinaturales". De esta manera y desde esta fecha, la masturbación fue considerada como un pecado más grave que una violación o el incesto.

Agustín de Hipona, por Boticcelli

La condena de Augustín de Hipona a la masturbación como pecado antinatural fue aceptada por toda la iglesia durante la Edad Media y restablecida en el Siglo XIII por Santo Tomás de Aquino en su Summa Theologica.

La historia bíblica de Onan, citada frecuentemente como un texto en contra de la masturbación, en realidad se refiere al pecado que cometió Onan al rehusarse a obedecer el mandamiento de Dios de fecundar a su cuñada viuda. Onan copuló con ella pero se retiró antes de eyacular y "derramó su simiente" fuera del cuerpo de la mujer, o sea realizó un común y silvestre coitus interruptus. La Ley de Moisés dictaba que cualquier persona que derramase su semen en tierra infértil lo estaba haciendo en el lugar incorrecto. En el siglo XVI Martín Lutero confunde aquel interruptus con "palma de la mano", y con eso contribuye a aumentar el estigma que ya llevaba.


Para el Siglo XV, el teólogo Jean Gerson en su modelo penitencial De Confessione Mollities, aleccionaba a los sacerdotes sobre cómo inducir a las mujeres y a los hombres a confesar "ese detestable pecado". Gerson sugería guiarlos con una inocente pregunta así: "Amigo, ¿recuerda haber tenido el pene erecto durante su niñez, alrededor de los 10 o 12 años?" Luego, sugería pasar a preguntarle directamente al penitente si se había tocado o eyaculado.

Los manuales de penitencias también especificaban las sanciones correspondientes, que, hay que decirlo, eran relativamente leves en comparación a otras penas. Generalmente fluctuaban en el rango de los treinta días de oraciones especiales y ayuno. Vamos, una bagatela.

A fines del siglo XVI, el científico Gabriello Fallopio les enseñaba a los varones a tirar de sus penes de forma enérgica y frecuentemente para estirarlo, fortalecerlo y de este modo aumentar su potencia de procreación, pero sus teorías igual fueron repudiadas por la iglesia.

En el siglo XVIII hace su aparición el nefasto médico Samuel August Tissot, con un libro publicado en 1760 que debió haber sido quemado. De ese pafleto se editaron cientos de ediciones que fueron leídas desde Voltaire y Rousseau hasta los fundadores de los Estados Unidos, en el que se difundían los más horripilantes mitos acerca de la masturbación y del síndrome "post-masturbatorio". Europa y Norteamérica se empaparon de las advertencias que hacía Tissot sobre la masturbación y curiosamente fue publicado hasta bien entrado el siglo XX, logrando crear un temor casi universal. En su tratado Tissot ilustra una anécdota de un hombre, que según el autor, había recibido tratamiento tardío para la terrorífica enfermedad:

". . . fui a su hogar y lo que encontré era más un cadáver que un ser vivo yaciendo sobre heno, escuálido, pálido, exudando un hedor nauseabundo, casi incapaz de moverse. De su nariz fluía agua sanguinolenta, babeaba constantemente, sufría ataques de diarrea y defecaba en su lecho sin notarlo, había un flujo constante de semen, sus ojos, saltones, borrosos y sin brillo habían perdido toda capacidad de movimiento, su pulso era extremadamente débil y acelerado, su respiración era dificultosa, estaba totalmente emaciado, salvo en los pies que mostraban signos de edema."
"El trastorno mental era igualmente evidente, no tenía ideas ni memoria, era incapaz de conectar dos oraciones, no tenía capacidad de reflexión, sin temor por su destino, falto de todo sentimiento salvo el de dolor que volvía por lo menos cada tres días con cada nuevo ataque. Esto lo hundía al nivel de una bestia, un espectáculo de horror inimaginable, era difícil de creer que alguna vez había pertenecido a la raza humana. Murió varias semanas después, en junio de 1757 con todo su cuerpo cubierto de edemas."
"Los problemas que experimentan las mujeres son tan explicables como los de los hombres. Como los humores que pierden son menos preciosos, menos perfectos que el esperma masculino, no se debilitan tan rápidamente; pero cuando se entregan excesivamente, por ser su sistema nervioso más débil y naturalmente con mayor inclinación a los espasmos, los problemas son más violentos."


Así se representaba la agonía de un hombre aquejado del mal de la masturbación

También en la época victoriana se vio a la masturbación casi como la raíz de muchos de los problemas del mundo. Varios libros de medicina del siglo XIX describen como secuelas directas de la masturbación el aletargamiento, locura pasiva y la inevitable pérdida del cabello. Imagínense la mala fama que se llevaba un pobre calvo inglés. Algunos textos incluso la consideraban una práctica potencialmente mortal. "En mi opinión", escribió el Dr. Reveillè , "ni la peste ni la guerra han tenido efectos tan desastrosos para la humanidad, como el miserable hábito de la masturbación". Empezó entonces una lucrativa oleada de tratamientos para esta “enfermedad”, llevando a los curanderos hasta los Estados Unidos. Se patentaron dispositivos insólitos para evitar las erecciones nocturnas no deseadas.


Igual, en esta misma época se presentó un curioso fenómeno: los médicos solían combatir la histeria femenina acariciando manualmente el clítoris de las pacientes hasta que pudieran alcanzar el orgasmo, que en esa época era conocido como paroxismo histérico, puesto que consideraban que el deseo sexual femenino reprimido era una enfermedad. Increíblemente esta costumbre dio origen al nacimiento de los vibradores ya que los médicos se cansaban de manipular manualmente "tantos clítoris".

Mujer en "paroxismo histérico" luego de ser masturbada por un médico

Ya a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, aparece Sigmund Freud y reconoce que la masturbación podía tener efectos beneficiosos como como aliviar el estrés y evitar las enfermedades de transmisión sexual, sin embargo advertía que la masturbación podía causar trastornos neuróticos, especialmente neurastenia.

Hasta el siglo XIX, ésta era la imagen de un hombre que se masturbaba

El siglo XX fue avanzando y con el los conocimientos médicos (fisiológicos y psicológicos). Los expertos comenzaron a descartar los argumentos de que la masturbación causaba trastornos físicos, no obstante, muchos seguían manteniendo la creencia de que la masturbación era la consecuencia o conducía a trastornos mentales. En 1930, por ejemplo, el sexólogo Walter Gallichan, advertía que la masturbación en las mujeres era la causante de la apatía y frialdad femenina, que "sus gratificaciones solitarias opacaban su sensibilidad para el coito matrimonial".

A mediados de siglo el estigma contra la masturbación seguía siendo todavía muy fuerte. Los estudios demostraban que nueve de cada diez niños a los que se los encontraba masturbándose eran severamente amenazados, castigados y aterrorizados con el argumento de que se volverían locos o ciegos, o que les iban a cortar el pene o a coser la vagina. Un 82% de los alumnos de primer año de la universidad, todavía creían que la masturbación era peligrosa.

Tuvo que llegar Alfred Kinsey (junto a un grupo de colegas) y publicar los resultados de más de 15 años de investigaciones sobre la conducta sexual humana. Una de las contribuciones más importantes de ese trabajo fue precisamente considerar a la masturbación como algo normal y debilitar el estigma que la rodeaba. Los resultados eran reveladores: el 97% de los hombres y el 62% de las mujeres se habían masturbado alguna vez en su vida y habían alcanzado el orgasmo.

Alfred Kinsey

Es curioso. Los hombres, la sociedad, podían aceptar el informe de Kinsey sobre las actividades sexuales masculinas, pero no podían aceptar “la dura realidad” de las conductas sexuales de las mujeres norteamericanas. Fue como un shock, como un balde de agua fría al machismo, el enterarse (o que les dijeran en la cara) que una mujer podía masturbarse, tener orgasmos, tener sexo antes y fuera del matrimonio o con otras mujeres. La iglesia levantó su voz de protesta en todo el país. Sin ni siquiera echar un vistazo o leer el trabajo de Kinsey, el entonces carismático religioso Billy Graham escribió: “Es imposible estimar el daño que va a causar este libro a la ya deteriorada moral norteamericana". El remezón fue tal, que hasta un Senador (como siempre, McCarthy) denunció al trabajo de Kinsey como parte de la conspiración comunista. En todo el país, personas con el apellido Kinsey publicaban avisos en los diarios para aclarar que no estaban relacionadas con el autor. Finalmente y a causa del furor provocado, la Fundación Rockefeller retiró su apoyo al trabajo de investigación de Kinsey, pero ya era muy tarde, la sociedad (al menos el mundo occidental) se había despojado de los tabúes sexuales.


Los estudios llevados a cabo después de la muerte de Kinsey confirmaron sus conclusiones. Para la década de los 70, el 84% de estudiantes universitarios ya no creía que la masturbación les causara inestabilidad emocional o mental, el mito había caído. Aún así, en diciembre de 1994, en una conferencia sobre el SIDA patrocinada por la ONU, la entonces jefa del Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos, doctora Joycelyn Elders, dijo que tal vez la masturbacion deberia ser enseñada en las escuelas, como una parte de los programas educativos escolares sobre sexualidad. Por estas declaraciones el presidente Bill Clinton le pidio que renunciara al cargo, cosa que no hizo. Finalmente, fue cesada.

A pesar de que la ciencia hace algunas décadas comenzó a tratar a la masturbación como una conducta normal, hasta ahora las más prominentes instituciones religiosas se han negado a reevaluar los principios sexuales que las rigen desde hace más de quince siglos.

Fuentes y referencias:
1, 2, 3, 4, 5, 6, 7


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jueves, octubre 06, 2011

Cuando la muerte se paseaba con pico sobre Europa

Somos tan afortunados quienes hemos nacido desde finales del Siglo XX, que es muy difícil que podamos entender o imaginar siquiera, lo terribles y catastróficas que fueron las pandemias que azotaron a la humanidad. Personalmente siempre me ha llamado la atención la Peste bubónica (también conocida como Peste Negra) que tuvo lugar en la Europa Medieval en 1347, más que nada por la cantidad de crónicas y registros históricos que han quedado. Sin lugar a dudas es la que más horror y muerte causó en tan sólo tres años.

Sólo imaginen que ahora la gente empiece a morir a una velocidad imparable y que nadie sepa el motivo, y que en dos o tres meses, si tú has sido un afortunado sobreviviente, hayas visto morir a más de la mitad de personas que conoces. Para tener una mejor idea, les invito a hacer un ejercicio: Tomen un papel y un lápiz y escriban los nombres de 20 familiares y amigos que más quieran y sean imprescindibles en sus vidas. Luego pidan a alguien que borre o tache al azar diez de esos nombres. (Si vivían en Italia o al Sur de Francia tendrían que borrar 15 ó 16). Así tan de golpe y espantoso fue.

La gente enfermaba y moría de repente, nadie sabía la causa

La peste bubónica, se cree ahora, fue causada por la bacteria Yersinia pestis que era transmitida a los humanos por las pulgas que compartían con la rata negra, la que hoy conocemos como rata de campo. Su propagación fue tan veloz debido a que estas ratas eran polizontes habituales de las embarcaciones que comerciaban de puerto en puerto.

Lo extremadamente curioso, es la forma de cómo tuvo su inicio en Europa. De hecho fue el primer intento de guerra biológica a gran escala, perpetrada por los mongoles, que tenían sitiada la ciudad de Kaffa, en Crimea, una posesión genovesa, y que catapultaron cadáveres contagiados de peste (traída del Asia) por encima de las murallas, infectando a los sitiados con la terrible enfermedad.

Propagación desde Kaffa en 1347

Algunos barcos genoveses lograron escapar, pero la tripulación ya estaba infectada, y los barcos iban plagados de ratas que diseminaron la enfermedad en todos los puertos donde recalaron. Según algunos cronistas, cuando los barcos llegaron a Constantinopla, desde lejos podía verse que gran parte de la tripulación ya venía muerta sobre las cubiertas . Otras naves continuaron el viaje hasta Mesina (Sicilia), donde se les impidió entrar, aunque ello no evitó que buena parte de las ratas abandonaran el barco y se quedaran. Desde el sur de Italia, la peste se extendió hacia el norte, pasando por Suiza, Baviera y los Balcanes. Otras naves llegaron hasta Marsella, desde donde penetró la peste por toda Francia, España y Portugal.

Propagación de la Peste en Europa, siglo XIV

Desde esta primera oleada de 1347 (la más terrible y mortal), la Peste Negra asoló Europa durante tres siglos. Diezmaba una ciudad y desaparecía por décadas, pero siempre estuvo presente, intermitente en el Mediterráneo. Cuando no estaba en un reino o país estaba en otros, con epidemias más bien locales, pero ninguna fue tan terrible ni se extendió tanto como la primera, que literalmente mató a un tercio de la población europea de ese tiempo, o sea hablamos de 25 millones de muertes entre 1347 y 1350.

Luego por supuesto, hubo brotes que asolaron ciudades enteras, como la Peste Italiana de 1629, la Epidemia de Sevilla en 1649, la Gran Peste de Cataluña en 1650, la Gran Plaga de Londres de 1665, o la Gran Peste de Marsella de 1720. De hecho uno de los sitios más golpeados y recurrentes eran las ciudades francesas donde se estima murieron más de tres millones de infectados.

Las calles atestadas de cadáveres

El tiempo promedio que una de estas pestes asolaba una ciudad era de dos a tres años, hasta que quedaba diezmada la población y los sobrevivientes adquirían una especie de frágil inmunidad. Pero como estas epidemias eran cíclicas, tarde o temprano volvían, y siempre que lo hacían arrasaban nuevamente con la población.

Cuando la epidemia golpeaba una ciudad, la vida cambiaba en todos sus aspectos radicalmente, desde las relaciones dentro de una misma familia, hasta las estructuras sociales, políticas y económicas. Los teatros se encontraban vacíos, los cementerios llenos y las calles atestadas de pestilentes cadáveres.

La Peste Negra

Los gobiernos europeos de la época no tuvieron ninguna respuesta ante la crisis, porque nadie conocía la causa ni sabían cómo se propagaba. En 1348 por ejemplo, se extendió tan rápidamente, que antes de que los médicos o las autoridades pudieran pensar en algo, un tercio de la población ya había muerto. En las ciudades más pobladas no era raro que muriera hasta la mitad de su gente. Quienes vivían en zonas aisladas sufrieron menos, en contraste con los monasterios y conventos que fueron los más afectados, ya que se dedicaban a cuidar a las víctimas que habían sido abandonadas por su familia, algo que se hizo común.

En esta imagen, San Borromeo asiste a víctimas de la peste. En sus períodos más letales, la antigua epidemia, cualquiera que haya sido su causa, mató a seis de cada diez personas en las zonas afectadas.

El miedo natural no tardó en transformarse en pánico, y en tiempos de pánico es fácil desatar a la ira -que nunca es buena consejera- y se adoptaron hábitos extraños. Algunos extremistas se convirtieron en "flagelantes", azotaban sus cuerpos hasta desgarrarse la piel de la espalda, mientras peregrinaban de ciudad en ciudad proclamando que la peste era un castigo merecido de Dios. Otros en cambio se dedicaron a la persecución de extranjeros y minorías, o de quienes se autodenominaban brujos, curanderos y gitanos. Los judíos siempre han tenido (por su religión) diferentes rituales de higiene, que en esa época era más frecuente que la del europeo promedio, y por ende casi no se contagiaban. Eso también resultó muy sospechoso y fueron acusados de envenenar las fuentes de los cristianos, y también fueron salvajemente perseguidos, torturados y quemados en hogueras.

Judíos torturados por sospechosos

Para colmo, millones de gatos fueron torturados y asesinados, ya que para la Iglesia Católica estaban asociados con las brujas y con el diablo. Las grandes ciudades no tenían gatos, y en los pueblos habían muy pocos que alejaran a las ratas.
La gente estaba en shock, y a pesar de estar rodeados de muertos, cadáveres y pestilencia, se seguía asesinando a personas inocentes, porque obviamente, alguien debía ser culpado. Como la medicina medieval nunca estuvo a la altura del desafío de prevenir o curar la peste, tampoco podía haber espacio para la magia y la superstición.

Fue de esta forma que empezaron a aparecer los primeros “médicos de la peste”, que al inicio eran médicos sin trabajo o de segunda categoría, uno que otro temerario que se ganaba la vida atendiendo a los enfermos apestados, ricos o pobres, y como siempre había alguna ciudad que los necesitaba, eran muy cotizados y bastante bien pagados. Sus honorarios los pagaba la autoridad de la ciudad que los llamaba.

La pérdida de tantas vidas en un mismo sitio debido a la peste, fácilmente podía desatar un desastre económico en un pueblo o ciudad. Por eso estos hombres eran tan valiosos y se les daba privilegios especiales. Tan cotizados eran, que cuando Barcelona envió a dos médicos de los suyos para colaborar en la Plaga de Tortosa (Tarragona) en 1650, fueron secuestrados en el camino y los delincuentes exigieron un rescate. La ciudad de Barcelona tuvo que pagar por su liberación.

Médico de la Peste

Estos médicos especiales firmaban un contrato previo con la ciudad que los requería, y entre las cláusulas especificaban por ejemplo, que debían recibir tres salarios por adelantado, que era algo como un seguro porque también ellos temían morir. También dejaban muy en claro que se dedicarían exclusivamente a la peste y no a otro tipo de enfermedades. La ciudad que los llamaba cubría sus gastos de hospedaje y alimentación (aparte del sueldo) durante su permanencia, y se les daba otras garantías como indemnizaciones por despido intempestivo. Como les decía, la época y la ignorancia acerca de la enfermedad, se prestaba para que estos médicos especiales impongan sus condiciones, y sean vistos como seres especiales.

"Pico de médico"

A partir del siglo XIV empezaron a protegerse con una máscara de pájaro, que era conocida como "el pico de médico"; y es que una creencia muy común en la Edad Media era de que las aves podían propagar la peste. Se pensaba que al ponerse la máscara de pájaro, el médico podía alejar la plaga de la zona donde estaba atendiendo a los enfermos. Una correa sostenía el pico sobre la nariz del galeno y sobre ella había dos aberturas con vidrio para los ojos. Esta máscara también tenía orificios pequeños para respirar, y el cono propiamente dicho, se rellenaba con hierbas aromáticas, flores secas, especias, y alcanfor o en su defecto una esponja con vinagre. En lo que si debió haber sido efectivo este "pico de médico", es en alejar los malos olores, los que se llegó a pensar, eran la principal causa de la peste.


La máscara en sí, junto a los guantes, botas, un sombrero de ala y esa especie de “sobretodo” exterior que les cubría toda la ropa, convirtió a éstos médicos medievales en personajes tétricos. Y es que era lógico, su sola presencia indicaba que la peste estaba cerca o que pronto se desataría una epidemia. Ver de repente en tu pueblo o ciudad a uno de estos médicos de pico completamente ataviados, debe haber sido lo más cercano a ver ahora una calavera paseándose con su guadaña.

Ahora, desde la seguridad que sentimos tras la pantalla, con nuestras vacunas completas y una gama de antibióticos para cualquier molestia, vemos estas historias demasiado lejanas, irrepetibles; y los atuendos hasta cierto punto extravagantes. Pero me gustaría que sepan que fue la peor época que vivió Europa, aun más terrible que las dos Guerras Mundiales porque la peste no discriminaba países, nobleza ni plebeyos, ni a mujeres ni a niños.

Giovanni Boccaccio

Sólo para que tengan una leve idea de la pesadilla que se vivía cuando la peste llegaba a una ciudad, les dejo con el desgarrador testimonio en primera persona del escritor italiano Giovanni Boccaccio, quien sobrevivió a la plaga que asoló Florencia en 1348. Tan terrible experiencia lo inspiró a escribir El Decamerón, una historia de siete hombres y tres mujeres que escapan de la peste fugándose a una villa a las afueras de la ciudad. En su introducción, Boccaccio da una descripción bastante gráfica y cruda de los efectos de la epidemia en Florencia.

Los síntomas de la muerte inminente:
"Los síntomas no son los mismos que en el Este, donde un chorro de sangre nasal es el signo claro de la muerte inevitable; pero empiezan en hombres y mujeres con ciertas hinchazones en la ingle o la axila que llegan a ser del tamaño de una pequeña manzana. Poco después aparecen las manchas de color negro o púrpura en los brazos, piernas o cualquier parte del cuerpo. Estos puntos también son un signo cierto de la muerte.
No había medicina que ayudara o aliviara esta enfermedad, aparte de que nadie sabía que la causaba. Muy pocos se recuperaban, pero la mayoría de infectados morían a los tres días de la aparición de los tumores anteriormente descritos, la mayoría de ellos sin ningún tipo de fiebre u otros síntomas.”
La reacción ante el desastre:
“Mucha gente se aisló pensando que la vida moderada y el no mantener contacto cotidiano los preservaría de la epidemia. Se encerraban en las casas donde no había enfermos, comían y bebían muy frugalmente, evitando todo exceso, pero no llegaban noticias o soluciones para la enfermedad. Otros hacían todo lo contrario. Pensaban que una cura segura para la plaga sería estar bien alimentado y que el vino alejaría al mal. Bebían, cantaban y se divertían, satisfacían todos los apetitos que podían y bromeaban acerca de la situación. Literalmente pasaban día y noche en las tabernas bebiendo sin moderación. Esto se podía hacer fácilmente porque todos se sentían condenados y dejaban abandonadas sus casas y propiedades, y estas pasaban a ser propiedad común de viajeros de paso y vagabundos. Cualquier extraño las tomaba como si fueran suyas. Todo este comportamiento bestial, era para evitar a los enfermos tanto como sea posible.
En medio del sufrimiento y la miseria de nuestra ciudad, las autoridades humanas y divinas desaparecieron casi por completo, ya que, como todos, los ministros y ejecutores de las leyes estaban todos muertos o enfermos, o encerrados con sus familias, de manera que nadie trabajaba. Todo hombre, por lo tanto, podía hacer lo que quisiera.”
La ruptura del orden social:
“Cada ciudadano evitaba al otro, ningún vecino se preocupaba por los demás y los familiares dejaron de visitarse. El corazón de hombres y mujeres fue tan golpeado por el terror, que hermanos abandonaron a hermanos, al igual que los cónyuges entre sí. Lo que es aún peor y casi increíble, es que padres y madres se negaron a ver y atender a sus hijos, como si no hubieran sido de ellos.
Por lo tanto, una multitud de hombres y mujeres enfermos se quedaron sin ningún cuidado, excepto de la caridad de los amigos (pero fueron pocos) […] Dado que los enfermos fueron abandonados por todos sus parientes y amigos, surgió una costumbre de la que nunca se había oído hablar antes. Mujeres hermosas y nobles, cuando cayeron enfermas, no tuvieron escrúpulos en tomar criados jóvenes o viejos, y sin ningún tipo de vergüenza, les exponían su cuerpo desnudo porque la enfermedad las obligaba a hacerlo. Quizás por esto, las mujeres con moral más relajada fueron las que sobrevivieron.”
Los entierros en masa:
“La situación de los pobres y las clases medias fueron aún más lamentables. Ellos se encerraron en sus casas, ya sea por pobreza o con la esperanza de seguridad, y aún así enfermaron por miles. Sólo se sabía que estaban muertos porque los vecinos seguían el olor de los cuerpos en descomposición y sus cadáveres eran hallados en los rincones. Los sobrevivientes estaban más interesados en deshacerse de los cuerpos en descomposición, que en darles cristiana sepultura. Sacaban los cuerpos de las casas y los ponían en la entrada. Cada mañana podían verse cantidades de muertos en las puertas de las casas.
Llegaban tal cantidad de cadáveres a las iglesias todos los días y a cada hora, que no era suficiente la tierra consagrada para darles sepultura. Como los cementerios estaban llenos, se vieron obligados a cavar trincheras enormes, donde se enterraban los cadáveres por cientos. Los arrumaban como pacas en bodega y los cubrían con un poco de tierra, hasta que la zanja se llenaba.”

Esta es una traducción personal y libre de algunos párrafos seleccionados del primer capítulo del libro en inglés. El asunto es que El Decameron está escrito con el lenguaje habitual de la Edad Media. De todas formas, para quienes lo deseen aquí pueden leer todo el libro en castellano, con una fiel traducción a los modismos de la época.

Es bien sabido que la iglesia Católica ha cometido un sinnúmero de tonterías durante la historia, pero una de las más imperdonables es la que cometió el Papa Clemente VI, que aún sabiendo del problema, anticipó el Jubileo de 1350, y citó a todos los fieles en Roma, justamente cuando las ciudades se estaban recuperando de la primera oleada de la peste de 1347, lo cual causó la propagación hacia nuevos lugares. Las crónicas de la época dicen que apenas sobrevivió el 1% de los peregrinos. Italia fue arrasada y despoblada por segunda vez, y quienes sobrevivieron y lograron regresar a sus países de origen, diseminaron la enfermedad en todas las direcciones.


Fuentes y referencias: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9


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domingo, agosto 21, 2011

Experimentos en decapitaciones, los grandes mitos franceses

La mañana del 18 de febrero de 1848, dos hombres y una mujer asistían una ejecución pública en la plaza de la Puerta del Hal, en Bruselas. El trío llevaría a cabo un innovador estudio científico, previamente acordado con las autoridades del penal. Se les permitiría subir a la tarima y estar junto a la guillotina, justo en el lugar donde caerían las cabezas cercenadas de dos criminales condenados a muerte. Uno de los hombres era Antoine Wiertz, un reconocido pintor y retratista de la época, el otro era su amigo, el "Monsieur D", un famoso hipnotista, y junto a ellos también estaba una testigo que tomaría nota de lo que ocurriese. El propósito de Wiertz aquella mañana, era llevar a cabo un experimento único y extraordinario: demostrar que las cabezas decapitadas "seguían con vida y pensaban".

Antoine Wiertz

El plan de Wiertz era penetrar mediante hipnosis en los pensamientos del asesino, identificarse con el condenado y asumir su total identidad para tratar de describir en voz alta lo que se sentía. Antes de hipnotizarlo, el experto le sugirió que tome nota especial de las condiciones ambientales durante la decapitación, para que cuando la cabeza caiga en la canasta, él pudiera estar compenetrado con el cerebro del criminal. Y, por increíble que parezca, el plan pareció funcionar desde el inicio, porque tan pronto llegó la carreta que traía a los condenados a muerte, Wiertz entró en pánico. No fue hasta que los asesinos subieron al patíbulo, que Wiertz se recuperó lo suficiente como para "pedir al hipnotizador que lo ponga en trance profundo."

A medida que se acercaba el momento fatal, era evidente que el pintor estaba compenetrado con el ambiente, y se lo veía estresado, muy identificado con la extrema situación de su personaje. Wiertz entró en trance casi de inmediato, manifestando un nivel de angustia tan extremo, que algnos testigos que sabían del experimento pidieron deshipnotizarlo porque su sentimiento de opresión era insoportable. Sin embargo era demasiado tarde, ya la cuchilla había caído...


Puerta del Hal en la actualidad

La Puerta del Hal de Bruselas, fue una vez que parte de la muralla de la ciudad, luego se convirtió en una prisión, y en su plaza se llevaban a cabo las ejecuciones. Era aquí donde el pintor Antoine Wiertz llevaría a cabo su inusual experimento en 1848. Vamos a volver con Wiertz y su experimento luego de un momento, pero primero quiero mostrarles los curiosos antecedentes de la popularmente macabra guillotina.


El aparato en sí toma su nombre, no de su inventor, sino de un médico que llegó a ser uno de los Diez Diputados de París que tuvo la Asamblea Constituyente en plena Revolución Francesa. Este médico era Joseph Ignace Guillotin quien presentó una Reforma Médica a todo nivel, pero el 10 de octubre de 1789, durante un debate sobre la pena de muerte, él fue quien propuso: "el criminal será decapitado y esto se llevará a cabo mediante un mecanismo simple". El mecanismo simple fue definido como "una máquina que decapite sin dolor". Su propuesta apareció al día siguiente en todos los periódicos.

Hasta esa época, la decapitación en Francia se llevaba a cabo normalmente mediante un hacha o una espada, y la muerte no siempre era inmediata. Además, la decapitación estaba reservada sólo para la nobleza, mientras que a los plebeyos por lo general se los ahorcaba, y de acuerdo al delito, hasta se los condenaba a la temible rueda.

La famosa "rueda"

El Dr. Guillotin, en su "lógica revolucionaria" razonaba que, para que haya justicia en el sistema, debía establecerse la decapitación por medios mecánicos como único método para la pena capital, y que "sólo así el pueblo se sentiría más agradecido por sus derechos".


En 1791 la Asamblea Nacional adoptó a la guillotina como único método de ejecución en Francia, más que nada por la crencia de que era un método más humano y que evitaba el sufrimiento. Sin embargo, todas esas creencias quedaron en duda cuando Samuel von Sömmerring, el más reconocido anatomista alemán de la época, dijo en 1794 que “la decapitación sólo se encontraba en países que se distinguían por la estupidez y la brutalidad de sus leyes”. También decía que la cabeza separada del cuerpo, mantenía durante algunos segundos -nunca dijo cuántos- la sensibilidad y pensamiento.

El tema también fue considerado en un folleto francés de 1796, Anecdotes sur les Décapités, y también por el inglés John Wilson Croker en su Historia de la guillotina (1853). Los médicos, en su mayor parte, insistían en que el choque de la cuchilla debía causar inconsciencia inmediata y que la pérdida del suministro de sangre al cerebro producía la muerte pocos segundos más tarde. De hecho, una máxima de los cardiólogos dice que cuando un corazón se detiene, el cerebro puede conservar la conciencia por no más de cuatro segundos si la persona está de pie, ocho si está sentado, y 12 si está acostado. Esto implica que cualquier movimiento que pueda detectarse en los ojos o en los labios "no son más que espasmos involuntarios, y que la cabeza cortada no siente nada".

Era ya una obsesión francesa. Óleo de 1818 por André Géricault: "Cabezas cortadas"

Sin embargo, en los años subsiguientes se realizaron algunos experimentos y se obtuvieron pequeñas -aunque francamente dudosas- evidencias que sugerían que -en algunos casos al menos- la cabeza cortada se mantenía durante un pequeño lapso de tiempo, consciente y al tanto de lo que le estaba sucediendo.
Y, si bien la intención del Dr. Guillotin fue proporcionar una alternativa más humana a los procesos lentos y dolorosos de ejecuciones por medio de una soga o con un hacha, la situación es que la guillotina se convirtió en víctima de su propio éxito. El proceso era tan rápido y limpio, que a la gente le era difícil creer que la vida podía ser arrebatada tan rápidamente. Es que se habían acostumbrado a ver largas luchas de hombres colgados en la horca.

En el siglo XIX, empezaron a correr con fuerza estos rumores -sin fundamentos-, de que las cabezas mantenían la conciencia, y aún hoy en día, no es difícil encontrar versiones de las mismas historias en sitios de baja reputación de Internet. Por ejemplo, abundan dos leyendas de las víctimas más notables de la guillotina:
- Se dice que Antoine Lavoisier, el padre de la química moderna, quien fue decapitado durante la Revolución Francesa, poco antes se habría puesto de acuerdo con un asistente al que iba a parpadear tantas veces como pudiera después de su ejecución en 1794. Luego el asistente habría dicho que contó 15 o 20 parpadeos, a razón de uno por segundo.
- También se especula que cuando el verdugo levantó la cabeza guillotinada de Charlotte Corday (quien fuera condenada por haber apuñalado al político Jean-Paul Marat en su bañera), y le dio una bofetada en la mejilla, la cabeza, "se dice" - en presencia de un tal Dr. Sue -, se sonrojó y mostró "inequívocos gestos de indignación". Lastimosamente, ninguna de estas historias se basa en fuentes sólidas de la época.

Representación gráfica de la ejecución de Charlotte Corday

A pesar de que siempre se mostró interés sobre el tema, sigue siendo igual de difícil encontrar fuentes confiables para varios casos del siglo XIX e inicios del siglo XX, casos en los que se comenta que algunos médicos hicieron experimentos espantosamente sugerentes para dar respuesta a este misterio. Los detalles de varios experimentos de este tipo, se los puede encontrar en literatura secundaria, por ejemplo en el popular libro estadounidense de contracultura An Underground Education, donde se mencionan las pruebas que supuestamente hicieron con la cabeza de "un violador necrófilo llamado Prunier", o la historia de un médico sin nombre que tomó una cabeza recién decapitada y le bombeó la sangre de un perro que mantenía en vivisección.
La mayoría de historiadores y estudiosos de la Revolución Francesa sugieren que estas historias sólo muestran de lo que es capaz "la imaginación y el morbo popular". Sin embargo, algunas investigaciones han revelado que efectivamente, entre 1879 y 1905 si se llevaron a cabo en Francia al menos tres experimentos con cabezas cortadas, aunque ninguno arrojó los resultados esperados.

• El 13 de noviembre de 1879, los doctores E. y Descaisne G. (padre e hijo), fueron testigos de la ejecución de Théotime Prunier, acusado de la violación y asesinato de una anciana en Beauvais. Un informe publicado en la revista British Medical Journal , con fecha 13 de diciembre 1879, señala que a los médicos se les dio acceso inmediato a la cabeza del asesino para "ciertos experimentos", y concluyeron: "Hemos comprobado, en la medida de lo que es humanamente posible hacerlo, que la cabeza del criminal en cuestión parecía carecer del sentido del tacto, que sus ojos denotaban no tener visión, y de hecho, la cabeza se encontraba totalmente inerte a cualquier estímulo".
La Gaceta Médicale de París, también publicó un artículo completo sobre algunas de las pruebas a las que los médicos sometieron a la cabeza: "Desde gritarle su nombre al oído, apretarle las mejillas, introducirle un pincel empapado con amoníaco en la nariz, pincharle la cara con agujas y hasta acercarle una vela encendida al globo ocular."
Como todos los testimonios y registros sensatos que han quedado, concuerdan y hacen hincapié en que estos experimentos se realizaron apenas momentos después de la decapitación, la falta total de respuesta debería ser considerada como una prueba irrefutable de que la decapitación causaba inconsciencia y una muerte instantánea. Pero, bastó con que el British Medical Journal reportara que los médicos se hicieron cargo de la cabeza “cinco minutos después de la ejecución”, para que los defensores de la idea de que una cabeza se mantiene viva durante un breve lapso -entre15 y 20''- se aferraran más a su teoría.

• Un año más tarde, en septiembre de 1880, un tal doctor Dassy de Lignères, lleva a cabo algunos experimentos con la cabeza de un violador llamado Louis Menesclou. Menesclou era un "hombre de inteligencia limitada, que era la culpable de su perversión sexual" - como lo sugiere el hecho de que luego de descuartizar a su víctima; algunos trozos del cadáver, fueron encontrados en sus bolsillos, según lo relata esta pubicación de Medicina Legal. En este caso se especula que el Dr. Lignères obtuvo la cabeza tres horas después de la ejecución, y que luego afirmó haber logrado conectar las venas y arterias principales al torrente sanguíneo de un perro vivo. Veintisiete años más tarde, cuando el médico fue entrevistado por el diario francés "Le Matin" (3 de marzo de 1907), afirmó que el color le volvió a la cara casi de inmediato, y que sus labios se hincharon. Lo realmente increíble –por absurdo-, era el relato de Lignères de que "cuando realizaba la transfusión, de repente y por un período de dos segundos, los labios tartamudearon en silencio, los párpados temblaron y toda la cara despertó con una expresión de sorpresa, de asombro". Aquí es obvio que se trató de una mentira sensacionalista para aumentar las ventas del periódico.

• Por último, el 30 de junio de 1905, el Dr. Gabriel Beaurieux obtuvo el permiso para asistir a la decapitación de Henri Languille, un bandido que había aterrorizado el trayecto entre París y Orléans durante varios años. Su informe afirmaba que Languille mantuvo algún tipo de conciencia durante unos 30 segundos luego de su ejecución:
"La cabeza cayó sobre la superficie cortada del cuello y por lo tanto, no hubo necesidad de tomarla entre mis manos, ya que quedó en posición vertical. A continuación, lo que pude observar inmediatamente después de la decapitación: los párpados y labios se movieron en contracciones rítmicas e irregulares durante unos cinco o seis segundos. Este fenómeno también fue observado por quienes se encontraban a mi lado en ese momento..."
"Los espasmos cesaron. El rostro quedó relajado, los párpados cerrados a medias dejaban ver sólo la parte blanca del tejido conjuntivo, exactamente como vemos los cadáveres todos los días en el ejercicio de nuestra profesión, cuando alguien acababa de morir. Fue entonces cuando lo llamé por su nombre, con voz fuerte y aguda: ¡Languille! Vi entonces los párpados abrirse lentamente y no eran contracciones espasmódicas - insisto en este detalle -, era un movimiento natural, como cuando una persona despierta".
"Los ojos de Languille definitivamente se fijaron en los míos y sus pupilas se centraron. Sin lugar a dudas esos ojos me miraban. Después de varios segundos, los párpados se cerraron, despacio y de manera uniforme, y la cabeza tomó el mismo aspecto que tenía antes de que le llamara por su nombre. En ese momento volví a llamarlo, y una vez más, sin ningún tipo de espasmo, lentamente, levantó los párpados y sus ojos nuevamente se posaron en los míos, con una penetración tal vez mayor que la primera vez. Nuevamente se cerraron los párpados pero ahora no completamente. Intenté una tercera llamada, pero ya no obtuve respuesta y sus ojos adquirieron esa mirada vidriosa que tienen los muertos".
"Yo solo acabo de contar lo que con rigurosa exactitud pude observar. Todo esto debió haber durado unos 25 o 30 segundos". [Texto original]

Ejecución de Languille (falsa)


Ejecución de Languille (real)

En ésta pagina especializada en guillotinas y decapitaciones, se presentan al menos dos razones para dudar de esta última historia. En primer lugar, la foto superior de la ejecución de Languille que ha sido ampliamente difundida, hasta se encuentra en Wikipedia, y que muestra al condenado junto a la guillotina, sería un fake, una mala falsificación con figuras pintadas como se demostró haciendo un examen de la trasposición con la original de abajo, y en segundo lugar, en ningún periódico o medio escrito de la época se menciona la presencia del tal doctor Beaurieux. Además sus anotaciones no concuerdan con las fotografías reales tomadas aquel día, no muestran la superficie horizontal sobre la que supuestamente caería la cabeza antes de entrar al cubo. De haberse llevado a cabo el experimento, el médico habría tenido que sacar la cabeza del cubo con las manos.

Con estos tres ejemplos –reales o no- en la mente, volvamos a la Puerta del Hal en Bruselas, a esa mañana de febrero de 1848. (Por favor tomen en cuenta que el experimento de Antoine Wiertz, que voy a relatarles, es anterior a los tres de los experimentos antes mencionados).

Según el biógrafo de Wiertz, el individuo al que iban a estudiar, era un criminal llamado François Rosseel, que -con un cómplice- irrumpió en el apartamento de la dueña de la casa donde vivía. Durante el robo también había matado a martillazos a las dos sirvientas de la casa solamente para robar unos pocos francos y unas botellas de vino. Este crimen horrorizó a toda Bélgica, y Wiertz, se interesó en la abundante y seguida cobertura que le dieron los periódicos al juicio.

Representación del asesinato de Rosseel en 1847

Ya en la ejecución, la cabeza de Rosseel rodó dentro de un costal. Wiertz ya se hallaba en trance hipnótico, y confirmó al hipnotizador que ya se encontraba dentro de aquel cerebro moribundo. La descripción que sigue es textualmente lo que el propio artista escribió y que luego le serviría para inspirarse en un tríptico que pintó graficando esta experiencia. Realmente ese era el motivo para someterse a algo tan traumático.
La descripción de lo que Wiertz describe bajo hipnosis es bastante densa y larga, la mayor parte en primera persona. Aquí está el texto un poco abreviado:

Monsieur D me tomó de la mano...me llevó ante la cabeza y me preguntó:' “¿Qué sientes? ¿Qué ves?” La agitación me impidió responderle ese momento. Solo luego de llorar horrorizado, pude responder: "¡Es terrible! ¡La cabeza piensa!... era como estar dentro de una pesadilla. La cabeza de este hombre, aún cercenada, sufría. Y vi lo que ella veía, comprendí lo que pensaba y sentí lo que sufría. ¿Qué tiempo duró? Tres minutos me dijeron, pero para ese hombre ejecutado fueron como 300 años." El lenguaje humano no puede expresar lo que sufre un hombre ejecutado de esta forma. Me limitaré a repetir aquí lo que contesté a las preguntas que me hicieron durante el tiempo que me sentí identificado, dentro de la cabeza cortada.
Primer minuto: Sobre la tarima
Un zumbido horrible...es el sonido de la cuchilla cayendo. La víctima cree que ha sido alcanzada por un rayo, no por la guillotina. Sorprendentemente, la cabeza la cabeza ya cayó y sin embargo, ella todavía cree que está arriba, todavía siente que es parte del cuerpo. Todavía espera ser golpeada por la cuchilla. ¡Una asfixia terrible! No puede respirar. La asfixia es horrible. Es como un manto sobrenatural aplastando con el peso de una montaña la cabeza y el cuello...Una nube de fuego pasa ante sus ojos. Es roja y brillante.
Segundo minuto: Debajo de la tarima
Ahora el hombre ejecutado cree que se está estirando, enderezando, como queriendo acercar sus -ya inexistentes- manos hacia la cabeza. Es el mismo instinto que nos impulsa a apretar una herida abierta con la mano. Y se produce la intención, la intención terrible de tomar la cabeza y colocarla en el cuello, sobre el tronco, como para preservar un poco de sangre, un poco de vida.
El delirio se acrecienta. Empieza a imaginar y a sentir que su cabeza está en llamas y que gira vertiginosamente, que el universo colapsa con él adentro, que un líquido fosforescente se arremolina a su alrededor y se funde con su cráneo...después de un rato, la cabeza se está hundiendo en las profundidades de la eternidad.
Fue entonces cuando empecé a ver una infinidad de imágenes, cada una más terrible que otra...la cabeza guillotinada ve su ataúd, ve su tronco y extremidades colapsadas, listo para ser metido en una caja de madera donde miles de gusanos no tardarán en devorarlo. Cuando los médicos exploran el tejido de su cuello con la punta de un bisturí, cada pinchazo es una bocanada de fuego.
El cerebro está exhausto..., siente que el cerebro continúa hundiéndose, siente punzadas agudas...
Tercer minuto: En la eternidad
Todavía no está muerto. La cabeza todavía sufre y piensa. Sufre en el fuego que arde, sufre la daga que lo desmembró, el veneno que le produjo contracciones, sufre en sus extremidades, como si sintiera a través de ellas, sufren sus vísceras porque son arrancadas, sufre en su carne que es atacada y pisoteada. Sufren sus huesos que están siendo cocinados a fuego lento. Todo este sufrimiento junto, todavía no puede dar una idea de lo que este hombre ejecutado está pasando. Y justo aquí le llega un pensamiento que le aterroriza: ¿Aún estando muerto deberá sufrir de esta forma a partir de hoy? ¿Será para toda la eternidad?...No, ese sufrimiento no puede durar para siempre, Dios es misericordioso. Todo lo que pertenece a la tierra se está desvaneciendo. Se ve a lo lejos una pequeña luz que brilla como un diamante. Ahora siente una calma que lo absorbe, es como un buen sueño! Siente desvanecer su existencia humana y de a poco siente que se funde con la noche. Ahora es sólo una tenue niebla, pero incluso ésta se desvanece, se disipa y desaparece. Todo se vuelve negro...el hombre ha muerto decapitado...
[Fuente: pags 633, 634]
Es difícil interpretar o manejar una "evidencia" tan extraña como la de Wiertz. De hecho, de ser cierta, personalmente no creo se trate de una evidencia sino sólo de una experiencia. Y si esta experiencia en verdad tuvo lugar, aún sigue siendo incierto cuánto de ella y con qué prolijidad fue transcrita. Y otra cosa, el artista si llegó a pintar su extraña obra de tres partes llamada: "Last Thoughts and Visions of a Decapitated Head", pero lo hizo cinco años más tarde, por lo que tuvo tiempo de sobra para pensar en los acontecimientos de 1848. Como sabemos, con el tiempo los recuerdos se distorsionan y hasta se magnifican, lo que los convierte en poco fiables.

"Last Thoughts and Visions of a Decapitated Head" by Antoine Wiertz

Las tres partes de "Last Thoughts and Visions of a Decapitated Head" sobreviven hasta ahora, pero en un estado muy deteriorado porque fueron pintadas en un estilo experimental que no se ha conservado bien con el paso de los años. Observando el tríptico de cerca y empezando por la izquierda, se puede apreciar claramente que corresponde a la descripción que hiciera Wiertz en el patíbulo de Bruselas. En el panel del centro puede verse la cabeza cortada de Rosseel en la esquina inferior derecha, y, en la tercera parte del tríptico sólo podemos imaginar al asesino en la eternidad.

A pesar de que las impresiones de Wiertz son tan vívidas y melodramáticas, lo más probable es que todo haya sido fruto de su morbosa imaginación. Por algo fue un pintor cuya obra escandalizó siempre a sus contemporáneos, y de hecho, hoy en día el Museo Wiertz, en Bruselas, donde fuera su antiguo estudio, es prácticamente desconocido.
Realizando un breve vistazo de sus obras podemos darnos cuenta que el artista siempre tuvo una aguda obsesión con la muerte.

"El suicidio" by Antoine Wiertz

"The Premature Burial" by Antoine Wiertz

Al final de cuentas, el bizarro experimento no le rindió los frutos que Wiertz esperaba porque el tríptico no se vendió, y ahora que lo pienso, ese debió haber sido el plan original y para eso todo ese montaje místico-estrafalario. Y aunque murió pobre y con el tiempo hasta fue olvidado como pintor, hay al menos una muy curiosa ironía hacia el final de su carrera. Algunos años antes de su muerte, mientras gozaba todavía de cierto prestigio, Antoine Wiertz le escribió al gobierno belga y les propuso intercambiar 220 de sus más grandes y llamativas pinturas por "un estudio grande, cómodo y bien iluminado", que fuese financiado por el Estado. Sorprendentemente, aunque el Ministro del Interior estuvo de acuerdo con la idea, el gobierno se negó porque Wiertz quería un local lujoso en el centro de la ciudad.
A cambio le ofrecieron al pintor un local en un barrio barato, triste y alejado, el cual aceptó a regañadientes y predijo de forma irónica que "el sitio algún día se podría convertir en el centro de una población inmensa y rica".
Pudo haber sido un pintor mediocre, un magufo mal asesorado, y hasta un fanático de las pseudociencias, pero Antoine Wiertz acertó en su profecía. Hoy en día, el escasamente visitado Museo Wiertz está a no más de 20 metros del centro político de Europa, junto a las relucientes torres del Parlamento Europeo.

Museo Wiertz

El Parlamento Europeo se encuentra orgullosamente en la calle Wiertz


Fuentes y referencias:
1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

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martes, julio 12, 2011

El español que logró manejar la mente a control remoto

En la década de 1960, el español José Manuel Rodríguez Delgado, profesor de Fisiología en la Universidad de Yale, fue uno de los neurocientíficos más polémicos y aclamados del mundo. Mientras ell New York Times lo llamó: "Profeta de la nueva civilización", muchos de sus colegas se entusiasmaron con sus investigaciones, sin embargo, otros tantos científicos y parte de la sociedad cuestionaban su trabajo, del cual decían, podía traer consecuencias "aterradoras".
José Delgado (nombre con el que se hizo famoso) logró estimular a distancia el cerebro de gatos, chimpancés, toros y hasta seres humanos, y demostró que podía controlar la mente y el cuerpo de estos sujetos, tan sólo pulsando un botón. Aquí su historia.

José M. Rodríguez Delgado, A.k.a. José Delgado

Nació en 1915 en Ronda, España, y se graduó de médico en la Universidad de Madrid en la década de 1930. Aunque siempre corrió el rumor de que era afecto al régimen franquista, en realidad, cuando aún era estudiante de medicina, sirvió en el cuerpo médico del Bando Republicano (que se opuso a Franco durante la Guerra Civil). De hecho, después de la victoria de Franco, estuvo retenido en un campo de concentración durante cinco meses, antes de reanudar sus estudios.

En un inicio, su intención era convertirse en Oftalmólogo como su padre, sin embargo, los apuntes del gran Santiago Ramón y Cajal lo dejaron fascinado e inclinaron a estudiar los misterios del cerebro. Delgado quedó especialmente intrigado con los experimentos del fisiólogo suizo Walter Rudolf Hess, quien ya en la década de 1920 había demostrado que podía provocar diversos comportamientos como la ira, hambre y sueño en gatos de laboratorio, mediante la estimulación eléctrica en diferentes puntos de sus cerebros.

Gato recibiendo electro estímulos en el cerebro

En 1946, Delgado ganó una beca de un año en la Universidad de Yale. Luego, en 1950 aceptó un puesto en el departamento de Fisiología, en ese entonces dirigido por John Fulton, que jugó un papel crucial en la historia de la Psiquiatría como el padre de las lobotomías.

Hagamos un poco de historia: «En una conferencia en 1935 en Londres, John Fulton había comentado que un violento y "neurótico" chimpancé llamado Becky, se había convertido en un animal pacífico después de la destrucción quirúrgica de sus lóbulos pre frontales. Entre la audiencia se encontraba el psiquiatra portugués Egas Moniz, quien con el tiempo se haría famoso aplicando esta técnica - a la que llamó lobotomía - a sus pacientes psicóticos y hasta llegó a ganar el Nobel de Medicina en 1949. Este tratamiento se fue haciendo cada vez más popular para las enfermedades mentales».

Pues bien, el español José Delgado nunca estuvo de acuerdo con la lobotomía. Siempre pensó que era una "agresión innecesaria al cerebro", el método le parecía demasiado dañino e irreversible. Su estilo para tratar las enfermedades mentales sería mucho más "conservador" y novedoso, sería mediante la estimulación eléctrica por medio de electrodos implantados en el cerebro.

Figura 1

Durante las siguientes dos décadas el español implantó sus electrodos en unos 25 seres humanos, la mayoría de ellos esquizofrénicos y epilépticos, en un hospital mental que ya no existe en Rhode Island. Lo hizo sólo con pacientes gravemente enfermos, cuyos trastornos habían resistido a todos los tratamientos previos.

Una de las claves para el éxito científico de Delgado fue su habilidad como inventor. En sus primeros experimentos usaba un cableado que se conectaba a los electrodos implantados a través del cráneo, para registrar los datos en un dispositivo que recibía los pulsos eléctricos. Este sistema de cables restringía los movimientos de los sujetos, aparte de que podía provocar infecciones (ver figura 1). Esto lo llevó a diseñar un radioreceptor de estímulos tan pequeño como una moneda de 50 ctvs. al que llamó "stimoceiver", el cual podía implantarse fácilmente en el cerebro de un paciente y manejarse a control remoto. (Ver figura 2)

Figura 2

José Delgado era un genio buscando soluciones. Entre sus inventos está una versión temprana de los marcapasos cardíacos y cápsulas químicas implantables, que podían liberar cantidades precisas de medicamentos directamente en áreas específicas del cerebro.

Con sus experimentos demostró que la estimulación de la corteza motora podía provocar reacciones físicas, tales como el movimiento de las extremidades, en cambio, estimulando las diferentes regiones del sistema límbico, el que regula las emociones, también podía inducir el miedo, la ira, la lujuria, la hilaridad y otras reacciones, algunos de ellas sorprendentes por su intensidad.
En un experimento, Delgado y dos colaboradores de Harvard, estimularon el lóbulo temporal de una mujer epiléptica de 21 años mientras ella tocaba tranquilamente una guitarra; como respuesta, ella montó en cólera y estrelló su guitarra contra la pared, muy cerca de la cabeza de un investigador.

José Delgado con pacientes que tenían el "stimoceiver" en el cerebro

Quizás el resultado médico más prometedor, fue la estimulación de una región límbica denominada "tabique" que podía desencadenar euforia, lo suficientemente fuerte, que en algunos casos contrarrestaba la depresión e incluso el dolor físico.
Sin embargo, Delgado no quiso prolongar su investigación en los seres humanos, debido a que los beneficios terapéuticos de los implantes no eran fiables; los resultados variaban mucho de un paciente a otro y eran impredecibles, incluso en pacientes con el mismo trastorno.
De esta forma se alejó de sus pacientes tratados, y se negó a volver a implantarles el stimoceiver, a pesar de que los familiares le rogaban que vuelva a tratarlos.


Delgado se dedicó a investigar más ampliamente en monos y otros animales, centrándose en las regiones neuronales que activan e inhiben la agresión. En una demostración sobre los efectos de la estimulación en la jerarquía social, implantó un stimoceiver en un violento macaco.
A continuación, instaló una palanca en la jaula que, cuando se pulsaba, pacificaba al violento simio al hacer que el stimoceiver estimulara el núcleo caudado del mono, una región del cerebro involucrada en el control de los movimientos voluntarios.
Una hembra en la jaula pronto descubrió el poder de la palanca y tiraba de ella cada vez que el chango la amenazaba.

Experimento del macaco y la palanca

El experimento más famoso de Delgado, tuvo lugar en 1963 con un toro de lidia en un rancho en Córdoba, España. Después de insertar el stimoceiver en el cerebro del animal, entró con él al ruedo y, pulsando los botones de un transmisor de mano, logró controlar las acciones del furioso semoviente, obligándolo a detener su ataque a pocos metros de distancia de él, mediante la estimulación de su núcleo caudado. El experimento quedó registrado en fotografías y en video.


En la tercera imagen podemos ver como el toro "frena a raya" en su ataque

El New York Times publicó en su portada un artículo alabando el experimento, al que calificó como "la más espectacular demostración de la historia realizada sobre el comportamiento animal, a través de control externo del cerebro”.

En términos de importancia científica, Delgado creía que su experimento en una chimpancé hembra llamada Paddy, merecía más atención. Delgado programó el receptor de Paddy para detectar señales emitidas espontáneamente por la amígdala cerebral, a las que llamó ejes. Cada vez que el receptor detectaba un eje, estimulaba la región central gris del cerebro de Paddy, produciendo una "reacción adversa", como una sensación indolora y desagradable.
Después de dos horas de esta retroalimentación negativa, la amígdala Paddy produjo el 50% menos de ejes, y la frecuencia se redujo en un 99% dentro de los seis días. Se había logrado modificar su comportamiento natural.

A la izquierda, la chimpancé Paddy

Paddy se volvió "más tranquila, menos atenta y menos motivada durante las pruebas de comportamiento", escribió Delgado. Poco después, llegó a sugerir que esta "técnica automática de aprendizaje" podría ser usada para acabar con los ataques epilépticos, ataques de pánico u otros trastornos caracterizados por señales específicas del cerebro.

La investigación de Delgado fue apoyada no sólo por las agencias civiles, sino también por los militares, como la ONR (Oficina de Investigación Naval), es más, fue acusado de colaborar con la CIA, pero él siempre desmintió esa acusación.
Delgado, quien decía ser un pacifista, llegó a declarar que aunque el Pentágono veía y seguía su trabajo como investigación científica, nunca le pidieron que hiciera aplicaciones militares. De hecho, siempre desestimó las especulaciones de que sus implantes podrían crear soldados cyborg que maten siguiendo órdenes. La estimulación cerebral -decia- "puede aumentar o disminuir el comportamiento agresivo, pero no puede dirigir el comportamiento agresivo hacia un objetivo específico."
Explicando las limitaciones de la estimulación cerebral, Delgado siempre restó importancia a "una posibilidad orwelliana" en la que malvados científicos puedieran esclavizar personas mediante la implantación de electrodos en sus cerebros.

Stimoceiver ampliado

Las dos partes de un stimoceiver de tres canales. Este aparato no necesita baterías, es activado por radio, y el cerebro puede ser estimulado de forma indefinida. Muchos chimpancés lo tuvieron instalado de por vida.


Tamaño del stimoceiver

En 1970, el trabajo de Delgado se vio envuelto en un escándalo provocado por Frank Ervin y Vernon Mark, dos investigadores de Harvard con quienes el científico español colaboró brevemente. En su libro, La violencia y el cerebro, Ervin y Mark sugirieron que la estimulación cerebral podrían acabar con las tendencias violentas de los negros estadounidenses en los disturbios que vivían las ciudades del interior. Para colmo, en 1972, un psiquiatra de apellido Heath, de la Universidad de Tulane, levantó más polémica acerca del implante, cuando declaró que había tratado de cambiar las preferencias un hombre homosexual, estimulando su región septal, mientras mantenía relaciones sexuales con una prostituta.

Pero quizás su más grande detractor, el más feroz oponente de los implantes en el cerebro, fue el Psiquiatra Peter Breggin. En un testimonio presentado en el Congreso en 1972, Breggin agrupó a Delgado, Ervin y Mark Heath junto a los defensores de la lobotomía, y los acusó a todos de "tratar de crear una sociedad en la que todo aquel que se desvíe 'sería' mutilado quirúrgicamente". Aparte señaló a Delgado como "El gran apologista del totalitarismo tecnológico".

Se desató tal psicosis y conspiranóia en el país, que hasta gente extraña comenzó a acusar a Delgado de haber implantado en secreto stimoceivers en sus cerebros. Una mujer lo demandó a él y a la Universidad de Yale por $ 1 millón, a pesar de que Delgado nunca la había visto en su vida.
En medio de este alboroto, Villar Palasi, el Ministro de Salud español, pidió ayuda a Delgado para organizar una nueva Escuela de Medicina en la Universidad Autónoma de Madrid, y él, por supuesto aceptó regresar a su país en 1974. El científico siempre declaró que no huyó de las disputas que rodearon su investigación, simplemente que el ofrecimiento del Ministro fue demasiado bueno para rechazarlo.




Pero la controversia no había terminado. A mediados de los 1980, un artículo en la revista Omni y varios documentales de la BBC y la CNN, citaron su trabajo como evidencia circunstancial de que los EE.UU. y la Unión Soviética podrían haber desarrollado en secreto, métodos para modificar de forma remota los pensamientos de las personas. José Delgado, rechazó esas afirmaciones de control mental calificándolas de "ciencia ficción", argumentando que el poder y la precisión de los pulsos electromagnéticos disminuyen con la distancia.

Sin la atención merecida, el trabajo de Delgado quedó en el olvido, aunque él siguió publicando sus artículos, especialmente en revistas españolas. En cambio en los EE.UU. seguían los estudios sobre la estimulación cerebral, pero envueltos en controversias éticas, sin subvenciones, y los investigadores migraron hacia otros campos, en particular hacia la psicofarmacología, la cual parecía más segura y efectiva para tratar los desordenes cerebrales.

Dr. José Delgado en la actualidad, mostrando su stimoceiver

La investigación de implantes cerebrales ha vuelto con fuerza en la última década, más que nada impulsada por los avances en la computación, los microchips, las tecnologías de escaneo cerebral y también porque se evidenciaron los límites de la medicina en el tratamiento de enfermedades mentales.
Ahora los investigadores modernos no citan a Delgado ni se basan en sus estudios, y no porque hayan sido controversiales, sino simplemente por ignorancia, porque la mayoría de bases de datos modernas no incluyen las publicaciones del científico español en su época de apogeo, entre 1950 y 1960.

La revista Nature recientemente expresó su preocupación porque oficiales de la DARPA (Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada), una de las principales financistas de la investigación de implantes cerebrales, ha considerado abiertamente la implantación de chips en el cerebro de los soldados, para impulsar sus capacidades cognitivas. Varios grupos sociales, conspiranóicos en general, también han manifestado su preocupación de que con chips cerebrales sería factible que cualquier "organismo de control" pudiera "hackearnos leves susurros para cumplir".
Mientras tanto en la otra orilla, algunos tecno entusiastas como el científico británico Kevin Warwick, sostienen que el riesgo de los chips cerebrales es superado ampliamente por sus potenciales beneficios, los que incluirían "descargar" al instante nuevos lenguajes u otras habilidades, así como controlar ordenadores y otros dispositivos con nuestros pensamientos, la comunicación telepática etc.

Bueno, antes de cerrar el artículo, tenía que decirlo. Bajo mi concepto y según lo que he estudiado de este hombre, porque le he seguido la pista durante unas tres semanas para elaborar este post, puedo concluir que José Rodríguez Delgado, alias Luis Delgado, es uno de los Científicos más grandes del siglo XX, de hecho lo considero un genio español contemporáneo. Pero sigue siendo triste que aún en su misma patria, no se lo ha aprovechado y tampoco se le ha dado el valor que se merece.

Actualización: Es una pena. Acabo de enterarme que este gran científico falleció el 14 de septiembre de 2011 en su casa de San Diego, EE.UU.

Fuentes y referencias:
1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

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