Robert-François Damiens fue un francés que alcanzó notoriedad en su época, porque intentó asesinar al rey Luis XV, y de paso por ser la última persona ejecutada en Francia bajo la inhumana pena de muerte con la que se condenaba a los regicidas.
Damiens, nació en 1715 en La Thieuloye, una aldea cercana a Calais, y debido a la pobreza y pocas oportunidades, desde los 16 años se alistó en el ejército. Tras licenciarse se empleó como sirviente doméstico en el Colegio de los Jesuitas de París, donde le quedaba tiempo para revisar mucha literatura católica de la orden, de la cual se hizo un ferviente seguidor, pero con el tiempo fue despedido por los jesuítas por su inestable carácter y extraña conducta. En posteriores y ocasionales trabajos también fue despedido, lo que le valió el calificativo de "Robert le Diable" (Roberto el Diablo). Los historiadores ahora suponen que era un individuo mentalmente inestable, esquizofrénico quizá.
Damiens, nació en 1715 en La Thieuloye, una aldea cercana a Calais, y debido a la pobreza y pocas oportunidades, desde los 16 años se alistó en el ejército. Tras licenciarse se empleó como sirviente doméstico en el Colegio de los Jesuitas de París, donde le quedaba tiempo para revisar mucha literatura católica de la orden, de la cual se hizo un ferviente seguidor, pero con el tiempo fue despedido por los jesuítas por su inestable carácter y extraña conducta. En posteriores y ocasionales trabajos también fue despedido, lo que le valió el calificativo de "Robert le Diable" (Roberto el Diablo). Los historiadores ahora suponen que era un individuo mentalmente inestable, esquizofrénico quizá.
Robert François Damiens
Durante el tiempo que trabajó con los jesuítas, Robert Damiens se enamoró de una simpática parisina, la cual se dejó cortejar por aquel tipo fornido, moreno, de nariz aguileña. Juntos formaron un hogar y tuvieron una hija.
Se supone que la psiquis de Damiens se alteró durante las disputas del Papa Clemente XI con el Parlamento francés, el cual se negaba a registrar una controversial bula del pontífice. También se se dice se sintió afectado por la negativa del clero a conceder los sacramentos a los jansenistas y reformistas católicos. Parece ser que en medio de su trastorno pensó que la paz se restablecería con la muerte del rey, porque la verdad, hasta ahora sólo se especulan teorías.
El 5 de enero de 1757, cuando el Rey estaba pasando en su coche, Damiens logró burlar el cerco de seguridad y lo apuñaló con un cuchillo, causándole sólo una herida leve. No hizo ningún intento por escapar y fue detenido de inmediato. En sus bolsillos aún estaba el arma con la que perpetró el delito.
Se supone que la psiquis de Damiens se alteró durante las disputas del Papa Clemente XI con el Parlamento francés, el cual se negaba a registrar una controversial bula del pontífice. También se se dice se sintió afectado por la negativa del clero a conceder los sacramentos a los jansenistas y reformistas católicos. Parece ser que en medio de su trastorno pensó que la paz se restablecería con la muerte del rey, porque la verdad, hasta ahora sólo se especulan teorías.
El 5 de enero de 1757, cuando el Rey estaba pasando en su coche, Damiens logró burlar el cerco de seguridad y lo apuñaló con un cuchillo, causándole sólo una herida leve. No hizo ningún intento por escapar y fue detenido de inmediato. En sus bolsillos aún estaba el arma con la que perpetró el delito.
El intento de asesinato a Luis XV
El rey resultó con una muy pequeña herida en el lado derecho, entre la cuarta y quinta costillas. Ahora, tomemos en cuenta que debido a las condiciones del severo invierno, Luis XV se encontraba protegido con algunas capas de vestimenta, que sin duda amortiguaron el impacto. Y aunque Germain Martinière, cirujano real y consejero, enseguida revisó la herida y comunicó que apenas era un raspón que no traspasó la piel, el monarca dramáticamente pedía que le den la extremaunción. (Bueno, también se temía que la hoja hubiera estado envenenada).
Damiens, naturalmente, fue llevado a La Bastilla donde fue torturado para obligarlo a revelar la identidad de sus cómplices o de quienes lo habían enviado. Primero fue acusado "de británico", luego de jesuíta por sus amplios conocimientos teológicos. El asunto es que a la final fue condenado por el delito de regicidio por el Parlement de París, y sentenciado a ser descuartizado con caballos en la Plaza de Grève frente a todo el público. Aquí conviene aclarar que desde que fue apresado hasta su ejecución, Damiens afirmó que su intención nada más era asustar al rey sin herirlo gravemente.
Damiens, naturalmente, fue llevado a La Bastilla donde fue torturado para obligarlo a revelar la identidad de sus cómplices o de quienes lo habían enviado. Primero fue acusado "de británico", luego de jesuíta por sus amplios conocimientos teológicos. El asunto es que a la final fue condenado por el delito de regicidio por el Parlement de París, y sentenciado a ser descuartizado con caballos en la Plaza de Grève frente a todo el público. Aquí conviene aclarar que desde que fue apresado hasta su ejecución, Damiens afirmó que su intención nada más era asustar al rey sin herirlo gravemente.
Damiens torturado y juzgado
Damiens llegó a convertirse en un tipo legendario por su sangre fría, ya que testigos y verdugos pronto se dieron cuenta de que no se inmutaba ni mostraba signos de dolor ante el castigo. De hecho una frase suya se volvió legendaria: «La journée sera rude» (La jornada será difícil), que la pronunció ante los guardias el el 28 de marzo de 1757, el día de su tortura pública y ejecución.
Ya en la plaza, primero le pellizcaron con tenazas al rojo vivo sobre el pecho, brazos, pantorrillas, en el tendón de Aquiles; luego continuaron con su mano, con la que sostuvo el cuchillo en el intento de asesinato, sobre la cual primero dejaron caer azufre ardiendo y luego plomo fundido, y por último, vertieron aceite hirviendo sobre sus heridas.
Ya en la plaza, primero le pellizcaron con tenazas al rojo vivo sobre el pecho, brazos, pantorrillas, en el tendón de Aquiles; luego continuaron con su mano, con la que sostuvo el cuchillo en el intento de asesinato, sobre la cual primero dejaron caer azufre ardiendo y luego plomo fundido, y por último, vertieron aceite hirviendo sobre sus heridas.
Ejecutando la pena de muerte
Los verdugos, sin la práctica necesaria en este tipo de tortura, ataron a sus extremidades cuatro caballos rebeldes montados por jinetes ebrios - probablemente para infundirse valor- y olvidaron cortar los tendones de los miembros para facilitar la extracción o arranque de los mismos. La tortura duró más de dos horas, y para colmo Damiens era de tan buena constitución física que seguía entero, y lo peor, vivo y consciente. Desde el palco de autoridades se pidió aumentar dos caballos más.
Los ligamentos no se separaban fácilmente, así que “apiadándose” del infeliz, los Representantes del Parlamento ordenaron al verdugo y a sus ayudantes que cortaran las articulaciones.
Los ligamentos no se separaban fácilmente, así que “apiadándose” del infeliz, los Representantes del Parlamento ordenaron al verdugo y a sus ayudantes que cortaran las articulaciones.
De esta forma, Damiens fue desmembrado mientras la multitud rugía de placer al ver a los verdugos horrorizados, incapaces de continuar. El último miembro desmembrado, el brazo derecho, debe haber sido una imagen que persiguió durante toda su vida al verdugo Charles Henri Sanson, en aquel entonces de sólo 18 años de edad. Luego su torso, según testigos, aún con vida, fue quemado en la hoguera y por último las cenizas fueron esparcidas en el viento.
La monarquía quiso sentar un precedente para el delito de regicidio, pero a todas luces se les fue la mano. Después de la muerte de Damiens se emprendió una verdadera cacería de brujas; la aldea donde nació fue arrasada con la orden expresa de que nunca más volviera a ser reconstruida ni poblada. Su esposa e hija, sus padres y hermanos, fueron desterrados de Francia bajo pena de muerte instantánea si regresaban. El resto de su familia se vio obligada a cambiar de apellido por temor a las represalias.
Este cruel asesinato y la posterior persecución a su familia, remecieron varios cimientos de la sociedad, empezando por la mentalidad del mismo pueblo que solía disfrutar de estos espectáculos. Por primera vez empezaron a tener conciencia de la injusticia, sobre la desproporcionalidad con la que fácilmente se juzgaba el delito de un plebeyo. Este evento, ampliamente difundido entonces, marcó un punto de inflexión en los espíritus libres. Hubo un antes y un después de la muerte de Damiens.
La monarquía quiso sentar un precedente para el delito de regicidio, pero a todas luces se les fue la mano. Después de la muerte de Damiens se emprendió una verdadera cacería de brujas; la aldea donde nació fue arrasada con la orden expresa de que nunca más volviera a ser reconstruida ni poblada. Su esposa e hija, sus padres y hermanos, fueron desterrados de Francia bajo pena de muerte instantánea si regresaban. El resto de su familia se vio obligada a cambiar de apellido por temor a las represalias.
Este cruel asesinato y la posterior persecución a su familia, remecieron varios cimientos de la sociedad, empezando por la mentalidad del mismo pueblo que solía disfrutar de estos espectáculos. Por primera vez empezaron a tener conciencia de la injusticia, sobre la desproporcionalidad con la que fácilmente se juzgaba el delito de un plebeyo. Este evento, ampliamente difundido entonces, marcó un punto de inflexión en los espíritus libres. Hubo un antes y un después de la muerte de Damiens.
Robert Damiens es comparado por mucha gente con el inglés Guy Fawkes, quien siglo y medio antes también fue acusado de conspiración y ejecutado brutalmente en Westminster, a pesar de haber pedido perdón al rey de Inglaterra, Jacobo I.
Como anécdota curiosa, la ejecución fue presenciada por el famoso aventurero Giacomo Casanova, quién desde un balcón con vista privilegiada a la plaza, participaba de una pequeña fiesta privada. El relato de Casanova, que consta en sus memorias, nos muestra cual era el comportamiento de la aristocracia del siglo XVIII:
Como anécdota curiosa, la ejecución fue presenciada por el famoso aventurero Giacomo Casanova, quién desde un balcón con vista privilegiada a la plaza, participaba de una pequeña fiesta privada. El relato de Casanova, que consta en sus memorias, nos muestra cual era el comportamiento de la aristocracia del siglo XVIII:
"Hemos tenido el coraje de ver el horrible espectáculo de cuatro horas (...) Damien era un fanático, que, con la idea de hacer un buen trabajo y obtener una recompensa celestial, había intentado asesinar a Luis XV, y aunque fracasó en el intento, y sólo le ocasionó el rey una herida leve, fue hecho pedazos, como si su delito hubiera sido consumado .(...) varias veces me vi obligado a voltear la cara pero no pude evitar que mis oídos escuchen esos penetrantes chillidos, la mitad de su cuerpo debe haber sido arrancada de él, pero mi amigo Lambertini y la señora XXX no se movieron ni un centímetro, no se inmutaban…¿Acaso no tenían corazón ni compasión?"
Thomas Paine, uno de los famosos Padres Fundadores de los Estados Unidos, aborda en su libro "Derechos del hombre" la cruel ejecución Damiens como un ejemplo de la crueldad de los monarcas franceses (o cualquier otro gobierno totalitario) en aquella época. Paine sostiene que estos salvajes métodos que utilizaba la monarquía, fueron la razón principal para que las masas no tuvieran compasión de ellos durante la Revolución Francesa.
Y como siempre la vida caprichosa da sus vueltas, quien diría que Henri Sanson, aquel joven verdugo de 18 años, 36 años más tarde y experimentado, en 1793 decapitaría al mismísimo Luis XVI, nieto de Luis XV.
Y como siempre la vida caprichosa da sus vueltas, quien diría que Henri Sanson, aquel joven verdugo de 18 años, 36 años más tarde y experimentado, en 1793 decapitaría al mismísimo Luis XVI, nieto de Luis XV.
Fuentes y referencias:
1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
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5 comentarios:
Sanguinaria muerte la que tuvo este personaje.
Efectivamente la nobleza prácticamente era intocable en la época.
También parece que el sufrimiento ajeno hace disfrutar a los demás.
Saludos Carlos. Siempre me voy con algo nuevo
Pienso como Manuel.
En cuestiones de crueldad, tampoco parece que el pueblo se quedara atrás.
Miraba, al parecer, con fruicción todo el proceso.
Así se comprende que la Guillotina se considerara un artilugio moderno y compasivo.
Sin duda yo me lo pediría antes que la silla eléctrica, sin ir mas lejos...
Menos mal que no lo consiguió, madre mía si lo llega a matar, lo que hubieran hecho con él...
Besicos
Hay veces en que pienso en cómo seria en la actualidad la historia de haberse llegado a perpetrar ciertos hechos significativos... ¬¬?
P.D.:De todos modos el poder siempre contará con sus desventajas y privilegios!
MIS BESITOS TIERNOS
Y como estuve De viaje aprovecho para felicitarte por otro GRAN aniversario de tu blog,¡¡MUCHÍSIMAS FELICIDADES CHARLES!!! =)))
Que bien te tratan¡¡¡
;)
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