lunes, julio 25, 2011

El japonés que salvó la vida de seis mil judíos

Chiune Sugihara fue un diplomático japonés que se desempeñó como cónsul del Imperio Japonés en Lituania durante la Segunda Guerra Mundial. Aprovechando la jerarquía de su cargo, pudo ayudar a miles de judíos a salir del país, otorgándoles visados de tránsito para que pudieran viajar al Japón, aún poniendo en riesgo su carrera y la seguridad de su familia. Aquí su historia.

Chiune Sugihara

Sugihara nació el 1 de enero de 1900 en Yaotsu, un área rural de la región de Chubu en Japón. Nació en una familia de clase media, su padre era un respetado médico y su madre era descendiente de la clase samurái. Se graduó en 1919 y su padre quería que también estudiara medicina, pero él, siguiendo su vocación entró a la Universidad de Waseda y sacó su título en Literatura Inglesa. Poco después aprobó un examen para una beca en el extranjero del Ministerio de Relaciones Exteriores. El Ministerio lo reclutó y lo asignó a Harbin, en China, donde también estudió los idiomas ruso y alemán, lo que le ayudó a apuntalar su carrera diplomática, convirtiéndose más adelante en Delegado del Japón para los asuntos Soviéticos.

Más tarde recibió el puesto de Vice Ministro de Relaciones Exteriores en Manchuria, dignidad a la que acabó renunciando, por el simple hecho de no estar de acuerdo con el cruel trato que daban los japoneses a la población china. Ya entonces Sugihara mostraba ser una excepción en el Cuerpo Diplomático Imperial, y un japonés distinto a los demás. Chiune Sugihara prefería obedecer a su conciencia y vivir según sus propias convicciones morales.
Cuando volvió al Japón se casó con Yukiko Kikuchi, y poco después, en 1938 fue enviado a la oficina diplomática japonesa en Helsinki, Finlandia.

En marzo de 1939, Chiune Sugihara fue enviado a Kaunas para abrir el servicio consular. Esta era la capital provisional de Lituania en ese momento y estaba situada estratégicamente entre la Alemania nazi y la Unión Soviética.

Lituania

Chiune Sugihara apenas se estaba adaptando en su nueva función diplomática, cuando el ejército nazi invadió Polonia en septiembre de ese mismo año. El resultado fue una ola de judíos polacos que decidieron abandonar su país, y que se trasladaron a la vecina Lituania que permanecía neutral. Con ellos llegaron los escalofriantes relatos de las atrocidades alemanas contra la población judía. Los que pudieron escapar, lo hicieron sin posesiones ni dinero, por lo que la población judía lituana hizo todo lo posible para ayudarlos con dinero, ropa y vivienda.

Antes de la guerra, la población de Kaunas era de 120.000 habitantes, una cuarta parte de los cuales eran judíos. Lituania hasta esos momentos, había sido un enclave de paz y prosperidad para los ellos. La mayoría de judíos lituanos no eran conscientes del riesgo que corrían, minimizaban lo que estaba ocurriendo en Polonia, a pesar de que los mismos refugiados polacos les advirtieron que estaban siendo asesinados por miles. Es que un hecho así, en pleno siglo XX, era imposible de creer para los judíos lituanos, quienes continuaron haciendo su vida con normalidad.

Las cosas empezaron a cambiar a mediados de junio de 1940, cuando los soviéticos invadieron Lituania. Ahora ya era demasiado tarde para que abandonaran el país. Irónicamente, los soviéticos permitieron salir sólo a los judíos que habían llegado de Polonia, pero con la condición de que se vayan cruzando la Unión Soviética siempre y cuando los documentos y visados estén en regla.

En 1940, la mayor parte de Europa occidental estaba bajo el poder de los nazis, a excepción de Gran Bretaña que se encontraba solitaria. El resto del mundo supuestamente era libre, pero la mayoría de países ponían trabas a la inmigración de refugiados judíos, y ni se diga el peligro que corrían en cualquier lugar de la Europa ocupada. Los judíos polacos, no tenían a donde ir. Se habían convertido en parias.



En medio de esta terrible situación diplomática, Sugihara Chiune, repentinamente se convirtió en pieza clave de un desesperado plan de supervivencia. El destino de miles de familias llegaría a depender sólo de él.

Más pronto que tarde empezaron a llegar noticias de que los alemanes estaban avanzando rápidamente hacia el este (hacia Lituania). En julio de 1940, las autoridades soviéticas dieron instrucciones para que, por su seguridad, todas las embajadas extranjeras abandonaran Kaunas. Casi todos los consulados cerraron y sus cuerpos diplomáticos abandonaron Lituania de inmediato, pero Chiune Sugihara solicitó quedarse en el país, y se le concedió un permiso de 20 días de estadía. Queria ayudar de alguna manera.


Hitler iba tejiendo su red alrededor de Europa del Este y el tiempo para los refugiados se acababa. Fue entonces cuando a algunos de los refugiados polacos se les ocurrió un plan, que de resutar, sería su última oportunidad para escapar con vida de los nazis: Descubrieron que no se necesitaba visa para viajar a las islas holandesas del caribe, Curazao y la Guyana holandesa, (ahora conocida como Surinam). Por otra parte, el cónsul de Holanda, Jan Zwartendijk, estaba dispuesto a sellares sus pasaportes con la visa de entrada.

Aún con el pasaporte sellado por el cónsul holandés, los judíos seguían teniendo un gran problema. En esa época obviamente no había vuelos directos al Caribe. Debían salir de Lituania, y para eso, necesitaban pasar a través de la Unión Soviética. Otra vez tuvieron suerte, puesto que cónsul soviético simpatizaba con los refugiados y accedió a dejarlos pasar, pero bajo una condición: además del visado holandés, también deberían obtener un visado de tránsito japonés, ya que obligatoriamente tendrían que pasar por Japón, en su camino hacia las islas holandesas.

Refugiados polacos en las afueras del Consulado japonés

Una mañana a finales de julio de 1940, Chiune Sugihara y su familia despertaron debido al bullicio de una multitud de judíos polacos, reunidos afuera del consulado. Los refugiados sabían que esta era su única oportunidad. Sólo si el consulado japonés les otorgaba visas de tránsito para pasar por su país, los judíos obtendrían el permiso de salida de la Unión Soviética.

Chiune Sugihara estaba conmovido por la situación y quería ayudar, pero no tenía la autoridad para emitir tal cantidad de visas, sin la autorización del Ministerio de Relaciones Exteriores en Tokio. Telegrafió a su gobierno en tres ocasiones solicitando la autorización, pero desde Tokio se lo negaron tajantemente. Japón no quería recibir refugiados judíos porque eso sería contrariar a un aliado como Hitler.

El cónsul Sugihara en su despacho

Después de las continuas negativas de su Ministerio, el diplomático japonés consultó la situación con su esposa. Sugihara debía tomar una difícil decisión. Era ante todo un hombre criado bajo la estricta disciplina tradicional de los japoneses. Ahora era un diplomático de carrera, que de repente tenía que tomar una decisión muy difícil.
Sabía que como funcionario estaba obligado a obedecer las órdenes del Imperio Japonés, de hecho la obediencia a su Emperador, era una virtud que le habían inculcado durante toda su vida. Pero por otro lado su sangre y sus códigos de samurái le decían que siempre que sea posible, se debía ayudar a los necesitados.

Sugihara sabía perfectamente que si desafiaba las órdenes de su gobierno podría ser despedido, deshonrado, y seguramente sería el fin de su carrera diplomática. Una situación así le dificultaría mantener a su familia en el futuro, pero al final decidió hacer lo que le dictaba su conciencia. Decidió ayudar a esos miles de refugiados y firmar las visas para que entren a su país.

Chiune Sugihara y su esposa Yukiko

Durante 29 días, desde del 31 de julio al 28 de agosto de 1940, Chiune junto a su esposa Yukiko, se dedicaron a firmar visas de tránsito a mano. Hora tras hora, día tras día, durante estas cuatro semanas escribieron, firmaron y sellaron un promedio de 300 visas diarias. El trabajo era tan extenuante, que al final del día, su esposa Yukiko debía masajear las fatigadas manos del Cónsul. Ni siquiera tenían tiempo de detenerse a comer porque no quería fallarle a toda esa gente que hacía fila día y noche delante del consulado.

A pesar de toda esa buena disposición del joven cónsul, algunos judíos estaban tan desesperados, que empezaron a treparse por las paredes para entrar al consulado. Algunos de ellos entraron decididos hasta a besarle los pies para conseguir el visado, y eso fue algo que impactó al joven diplomático. El hecho de que un ser humano estuviera dispuesto a besar los pies de otro para salvar su vida y la de su familia, le indicaba cuán angustiada estaba esa gente, y le reafirmaba que estaba haciendo lo correcto. Esa escena le dio más valor a Chiune, tanto valor que hasta salió de su oficina y se dirigió a la multitud que aguardaba afuera del consulado. Los tranquilizó y les juró que haría todo lo que esté a su alcance para ayudarlos.

A la final les entregó miles de visas (se dice que al menos fueron seis mil), tantas como le fueron posible firmar, hasta que los soviéticos le obligaron a cerrar el consulado y abandonar Lituania.

Hay muchos testimonios de sobrevivientes que estuvieron ese momento y fueron testigos de que Chiune Sugihara continuó firmando visados en papeles membretados de la embajada, aún cuando estaba dentro del tren, y que "los lanzaba por la ventana hasta el momento en que el tren partió".

Uno de los visados emitidos por Sugihara

Una de las últimas cosas que hizo el cónsul japonés antes de despedirse, y ya con el tren saliendo, fue obsequiarle el Sello Oficial de visado y bastante papelería a un refugiado que era su amigo, del cual se dice, tambié los usó para salvar más judíos.

Los refugiados judíos que obtuvieron las visas de Sugihara, se dirigieron por tren hasta Moscú y ahí tomaron el Transiberiano hasta la ciudad de Vladivostok, puerto marítimo que queda frente a las costas japonesas. A partir de ahí, la mayoría de ellos se embarcaron hacia Kobe, Japón.
Luego de permanecer en Kobe durante algún tiempo, fueron trasladados a Shanghai, en China. Miles de estos judíos polacos que estaban allí gracias las visas del cónsul japonés, sobrevivieron bajo la protección del gobierno nipón en Shangai. Durante esos meses llegaron aproximadamente unos diez mil refugiados huyendo del holocausto. La mayoría de ellos gracias a Chiune Sugihara.

Antiguo Consulado de Japón en Lituania

A pesar de la desobediencia cometida, el gobierno japonés sabía de las habilidades diplomáticas de Sugihara y que les sería útil durante el conflicto, razón por la que durante ese tiempo no fue removido, pero en 1945, cuando la guerra terminó, automáticamente fue separado del Ministerio. Toda su carrera diplomática de largos años quedó truncada, y el ex cónsul tuvo que empezar nuevamente desde cero.
Para mantener a su familia empezó vendiendo focos de puerta en puerta, de casa en casa, y con suerte algunas veces se encontraba con cualquier trabajo como traductor a tiempo parcial. Pensó que con su dominio del idioma le iría mejor en la Unión Soviética, y este fue otro reto que tuvo que afrontar, ya que se trasladó sin su familia en búsqueda de empleo. Las dos últimas décadas de su vida trabajó como Gerente de una exportadora en Moscú.

Memorial a Chiune Sugihara en Little Tokyo, Los Ángeles

El resto de su vida lo pasó en el más completo anonimato, hasta que En 1968, Jehoshua Nishri, miembro de la embajada israelí en Tokio y uno de los beneficiarios de las visas de Sugihara, finalmente pudo localizarlo. Nishri había sido un adolescente en 1940, cuando recibió la visa del cónsul japonés.

El grupo de refugiados que sobrevivió gracias a Sugihara, presentó una petición para su inclusión en el Museo Yad Vashem. En 1985 Chiune Sugihara fue nombrado "Justo entre las Naciones", la más alta distinción que otorga el gobierno de Israel, a ciudadanos de otros países que ayudaron a los judíos durante el holocausto.
Sugihara estaba demasiado enfermo como para viajar a Israel , así que su esposa e hijo aceptaron asistir al homenaje en su nombre. Al ex cónsul y a toda su familia les concedieron la ciudadanía israelí perpetua. Sugihara murió el año siguiente, el 31 de julio de 1986.

Ceremonia en su honor en Lituania. Su viuda con Valdas Adamkus, ex Presidente lituano

A pesar de la publicidad dada en Israel y otras naciones, él seguía siendo un desconocido en su país de origen. Sólamente cuando una gran delegación hebrea de todo el mundo, incluyendo al embajador israelí en Japón, se presentaron en su entierro, sus vecinos se enteraron de lo que este hombre había hecho.

P.D. Si te gustó este artículo, es probable que también te interese la historia de Souza Mendes, el portugués que pudo salvar a 30.000 judíos, también en la Segunda Guerra Mundial.

Fuentes y referencias:
1, 2, 3, 4, 5, 6


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7 comentarios:

lopillas dijo...

A veces cosigues que se me ericen los pelos y esta es una de ellas. Siempre hay buena gente. Bonita historia de un japo con la mala prensa que suelen tener en la remota historia que nos cuentan.
Besito, Carlos

Alí Reyes H. dijo...

...Casi me arrancas lágrimas hermano. ¡Gloria a Dios!, y eso a pesar de que conocía al personaje y su gesta, pero das detalles que no sabía. Gracias por eso. Aunque mi breve referencia en "tigrero" no entra en detalles, hay una anécdota que obviaste y me gustaría que la leyeras ¿Puedes entrar a la sección JAPÓN de tigrero? Precisamente fue el primer artículo que inauguró esa sección. Búscala por fa, se titula "Sugihara bosque de cedro"

Manuel dijo...

Una historia de la que tenia detalles.

La mayoría de estos diplomáticos que ayudaron a los judíos, luego quedaron en el anonimato. El caso del salvadoreño castellano, que desde el consulado en Ginebra emitió miles de visas salvadoreñas, se desconoció también.

Este es un tema apasionante. La II guerra mundial me atrae mucho.

Saludos

Andrés dijo...

Si con un granito de arena podemos cambiar el mundo para bien, deberíamos llevar siempre con nosotros una bolsa repleta de ella!

Leo Soler dijo...

Siempre sorprendiéndome con las historias que compartís. Gracias.-

alien dijo...

Tal vez les interese también la historia de Angez sanz briz:

https://www.abc.es/20100127/historia-/sanz-briz-diplomatico-espanol-201001271012.html

Amaya dijo...

Joder, Carlos, has hecho que se me salten las lágrimas con esta historia. Perdón por el taco, pero es que me has conmovido de verdad. :)

 
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