martes, junio 29, 2010

El retrato de Churchill


En 1954 el Parlamento inglés decidió homenajear a Winston Churchill que cumplía 80 años, y lo mejor que se les ocurrió fue mandar a pintar un retrato de cuerpo entero del Primer Ministro con el artista Graham Sutherland.


A Churchill no le gustó para nada su retrato cuando estuvo terminado, es más, al verlo por primera vez dijo que "parecía la imagen de un bulldog aturdido. Que el retrato mostraba a un anciano quejumbroso y no al estadista que había enfrentado a Hitler".
Al final el cuadro fue destruido por su esposa, Clementine Churchill.

Fuentes: 1, 2, 3

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sábado, junio 26, 2010

La Isla de las lágrimas

La historia del hombre siempre se ha caracterizado por las migraciones. Los seres humanos nos hemos movido a lo largo y ancho del planeta buscando mejorar nuestras condiciones de vida desde los orígenes de nuestra especie. Ahora bien, de todas las migraciones voluntarias, hay una que se canalizó a través de una minúscula isla, que por el número de inmigrantes que pasaron por ella, deja atrás a todas las demás.

Desde su apertura el primero de Enero de 1892 hasta su clausura el 12 de Noviembre de 1954, el complejo de inmigración de Ellis Island, un pequeño islote al sur de Manhattan, vio pasar por sus instalaciones a 12 millones de inmigrantes (a una media de entre 3000 a 5000 por día), en su mayor parte procedentes de países europeos. La gran mayoría era aceptada tras un breve periodo y una serie de exámenes médicos, a los Estados Unidos, aunque algunos vieron su estancia prolongada hasta meses. Otros, unos 250000, fueron devueltos, y algunos fallecieron en el complejo hospitalario de la isla o en las aguas que la rodean.

Ellis Island

Para mediados del siglo XIX, los Estados Unidos ya se habían ganado una reputación mundial de tierra de libertad, derechos y justicia. Los millones de inmigrantes europeos que decidieron emprender el viaje, dejando atrás no sólo su cultura, costumbres e idioma, sino también a sus familias (que muchos no volverían a ver jamás), soñaban con esa “tierra dorada” de oportunidades donde el esfuerzo propio y el trabajo si daban frutos.
Pero viajar a América no era fácil, ya que implicaba toda una aventura. La gran mayoría de los inmigrantes, debían hacer el recorrido desde sus lugares de origen hasta los puertos europeos de embarque, y lo hacían en tren, en mulas, o incluso a pie. Para muchos de ellos era el recorrido más largo que habían realizado jamás.
En los puertos, antes de embarcar, los inmigrantes recién se enteraban que no todos podían viajar porque comenzaban los primeros controles. Las empresas navieras europeas habían acordado con las autoridades estadounidenses hacerse cargo del retorno de quienes no fueran aceptados, y por ello, éstas se aseguraban de que aquellos que iban a embarcar fuesen aptos para pasar los controles americanos. Una primera línea de doctores a sueldo de las navieras decidía quiénes podían viajar y para quiénes se acababa el viaje. Luego otros funcionarios les sometían a un interrogatorio de 29 preguntas (¿Nombre, edad, nacionalidad, ocupación? ¿Sabe leer y escribir? ¿Ha estado preso? ¿Tiene al menos 25 dólares consigo? ¿Es un perseguido de su Gobierno?) Estas preguntas se recogían en un manifiesto, el cual, desconocido el hecho por la gran mayoría de los inmigrantes, iba a decidir su futuro.

Y entonces, los afortunados que pasaban este primer control, se embarcaban por varias semanas hasta América. Los inmigrantes acaudalados -que eran una minoría-, viajaban en las relativamente cómodas primera y segunda clase. La mayor parte se hacinaba en tercera, donde las condiciones eran horrendas e insalubres.



Después de semanas, los barcos repletos de inmigrantes llegaban a la bahía de Nueva York. La imponente figura de la Estatua de la Libertad, cercana a Ellis Island, y la silueta del bajo Manhattan les daban la bienvenida, pero las autoridades médicas y de inmigración les hacían esperar. Usualmente, los barcos debían esperar su turno antes de descargar a los viajeros debido al exceso de inmigrantes. Una vez que había espacio libre, los barcos se acercaban al puerto de Nueva York y desembarcaban a los inmigrantes por miles. Entonces, en grupos de 30, iniciaban el corto viaje hasta Ellis Island.


Durante el pequeño trayecto desde el puerto de Nueva York hasta Ellis Island los inmigrantes recibían una suerte de órdenes que muchos de ellos no comprendían: les hablaban en inglés. Hombres uniformados les indicaban qué hacer, pero sólo unos pocos comprendían aquellas palabras, y el resto se limitaba a seguir la fila.



Y aquí muchos comprendían que Estados Unidos no era una tierra de completa igualdad; los pasajeros de primera y segunda clase eran desembarcados directamente en Nueva York sin más controles, y entraban libres en América. Los viajeros de tercera, la gran mayoría, debían pasar antes por los controles médicos y de inmigración en Ellis Island. El desconcierto, el miedo, la inseguridad y el desconocimiento reinaban entre los inmigrantes en esta etapa. Nueva York les resultaba grandioso, metafórica y literalmente. La Estatua de la Libertad, los incipientes rascacielos… era algo que jamás habían visto antes.

Pasajeros de primera clase desembarcando sin más trámites en NY

Un dato curioso recogido por los muchos relatos de los inmigrantes hace referencia a una pequeña comida, que consistía en un sándwich, que los inmigrantes recibían durante su tiempo de espera. Para una gran mayoría este nuevo formato alimenticio resultaba novedoso, y era identificado con las virtudes de Estados Unidos.

En Ellis Island, la gran mayoría cumplió el siguiente trayecto: desembarcaban directamente en el Edificio Principal, y desde ahí los dirigían a la Sala de Registro. Sin saberlo, eran observados por los médicos, que buscaban signos de enfermedad, debilidad, o problemas mentales.


Aquellos que mostrasen que no iban a ser capaces de valerse por sí mismos en su nueva vida serían regresados a Europa. Ni siquiera los niños escapaban de aquél escrutinio inicial. Si los doctores sospechaban que alguno de aquellos inmigrantes tenía algún defecto, los marcaban con un código, un símbolo estandarizado que indicaba su desorden particular: L (lameness) para los cojos, H (heart disease) para problemas cardiacos, E (eyes) para problemas visuales, Ft (feet) para aquellos con problemas en los pies, S indicando senilidad, una X para aquellos de quienes sospechaban padecían problemas mentales, etcétera. Cuando las inspecciones formales comenzaban, los doctores prestaban especial atención a los marcados.
Una vez en la Sala de Registro, la confusión y el desconcierto volvían a reinar. Lentamente los inmigrantes eran llamados, y los médicos los examinaban. Una de las mayores causas de rechazo eran los problemas visuales y cardiacos, aunque también examinaban la piel, el cabello, etc.



Los exámenes resultaban especialmente duros para las mujeres porque hasta 1914 todos los doctores de Ellis Island eran hombres, y una parte del reconocimiento físico exigía que las mujeres se desnudasen y fuesen vistas y tocadas por los médicos.

En este primer registro muchos de los inmigrantes mostraban signos de enfermedades, debido a enfermedades reales o al agotamiento y falta de alimento durante el viaje. Los médicos entonces decidían si eran enviados al Hospital de Ellis Island, un complejo médico que recoge entre sus muros las historias más trágicas de la isla, y también las más esperanzadoras. En sus camas (siempre escasas) murieron unas 3.500 personas (1.400 eran niños), pero también nacieron 350 infantes.
Aquellos que superaban positivamente el control médico, con un passed impreso en sus cartillas, eran sometidos a un control legal y mental, una serie de preguntas y respuestas acerca de ellos mismos y de su futuro inmediato en EEUU, así como de sus conocimientos sobre el país. Primero iban las preguntas del control mental. En dicho examen, tanto las respuestas físicas (caras, movimientos…) como el estado del inmigrante (nerviosismo, ansiedad…) eran estudiadas en búsqueda de desórdenes psicológicos. Una prueba habitual consistía en contar hacia atrás desde veinte hasta cero. El resultado de este test podía suponer el paso al siguiente examen, el legal, o marcarlo con una X para un posterior y más detallado examen psicológico.

El examen legal resultaba el más sencillo, y al mismo tiempo el más peligroso para los inmigrantes. La mayoría de las preguntas eran sencillas; ¿cuál es tu nacionalidad, dónde has nacido, cuánto dinero tienes contigo…? El requerimiento monetario (normalmente $25) era ineludible, por lo que muchos $25 eran pasados de inmigrante a inmigrante, a veces de forma altruista, a veces por unos cuantos centavos.
Pero de entre todas las preguntas del examen legal, una era especialmente peligrosa: ¿tienes un trabajo esperándote en los Estados Unidos? Sí decían que si, que un trabajo les estaba esperando, eran inmediatamente deportados. Antes de ser aceptados y pisar Manhattan los inmigrantes no podían tener trabajo, se consideraba que estaban robando empleo a los estadounidenses.


Una vez más, para las mujeres (y sus hijos) el asunto era más enrevesado. Aún cuando hubiesen pasado satisfactoriamente el resto de controles, y el mismo control legal, los funcionarios no podían dejarlas pasar a menos que sus padres, esposos o familiares varones cercanos los reclamasen.
Uno de los últimos pasos antes de ser aceptados suponía la anglonización del nombre original de los inmigrantes. En muchos casos, dicho proceso consistía en colocar un nombre que sonase a inglés y como apellido, el lugar de nacimiento del inmigrante. No hay datos exactos sobre cuántos inmigrantes vieron su nombre alterado, pero los historiadores coinciden en que la cifra fue muy elevada.


Finalmente, con los controles médicos y legales superados, los inmigrantes recibían, en su propia lengua, un pequeño libro para su americanización. Así, además de ser informados de sus derechos, los nuevos ciudadanos conocían también sus obligaciones. Entonces embarcaban el ferry que los dejaría en Nueva York o en Nueva Jersey, donde comenzarían una nueva vida. Si todo había ido bien, su paso por Ellis Island no había superado las 5 ó 6 horas. Pero para otros muchos la estancia se extendería días, semanas o incluso meses.

También hubo mucha gente que quedó retenida en Ellis Island por lo que se le puso el sobrenombre de "La Isla de las lágrimas". Quienes no pudieron pasar los exámenes médicos más profundos, aquellos que no tenían la cantidad de dinero requerida o que habían confesado haber obtenido su pasaje a cambio de trabajo, aquellos cuya situación legal era cuestionable, o las mujeres, ancianos y/o niños sin un varón cercano que los reclamase eran retenidos hasta subsanar sus situaciones. Entre los detenidos, había muchos que estaban realmente enfermos o padecían malestares temporales debido al viaje hasta EEUU y tuvieron que pasar un tiempo más prolongado en el Hospital de Ellis Island.
La terrible noticia de que alguien quedaba oficialmente detenido provocó muchísimas lágrimas. Los registros al respecto son muy numerosos. Niños, mujeres y hombres lloraban cuando el funcionario de turno les indicaba que no podían entrar en Estados Unidos, y que estaban detenidos. Los que lo estaban por problemas médicos eran llevados al Hospital. La mayoría de los relatos de los pacientes indican que el trato que recibieron, dadas las complicadas circunstancias, fue bueno, y que tanto médicos como enfermeras trabajaron duro para hacerlos sentir cómodos.


Algunos estaban allí por trastornos causados debido al viaje, pero otros tenían enfermedades serias que debían ser tratadas. Los que padecían enfermedades contagiosas (especialmente las relacionadas con la visión, como el tracoma) eran rechazados y repatriados.
Aproximadamente 1’200.000 inmigrantes fueron retenidos en Ellis Island, de los cuales unos 250.000, fueron devueltos a sus países de origen, en la mayoría de los casos porque los funcionarios consideraron que no iban a ser capaces de sustentarse a sí mismos. De todas formas representan sólo un 2% de los mas de 12’000.000 de inmigrantes que fueron admitidos. Es escalofriante comprobar que unas 3.000 personas se suicidaron antes de ser deportados, casi tantas como las que murieron en el Hospital de Ellis Island.
Los millones de inmigrantes aceptados no sólo construyeron las ciudades del este de EEUU, ni colonizaron el centro y el oeste, sino que forjaron una nueva nación intercultural. Hoy en día, 100 millones de estadounidenses descienden de los 12 que pasaron al país a través de esa pequeña isla.

Fuentes e imágenes:
Ellisisland.org, Sobreeeuu, Heferstion, Sogafamily, Wikipedia

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martes, junio 22, 2010

"Pickles", el héroe de Inglaterra '66

Aunque el delantero portugués Eusébio marcó nueve goles en el Mundial de Inglaterra de 1966 y el inglés Geoff Hurst anotó tres tantos en la final para que su equipo gane, ninguno de ellos fue el jugador más valioso de la Copa de ese año. Esta distinción fue para un perro llamado "Pickles".

Copa Jules Rimet

El trofeo antecesor a la Copa de la FIFA era la Copa Jules Rimet, la cual fue entregada definitivamente a Brasil después de que ganar su tercer título mundial en México 70.

La organización de una Copa Mundial de Fútbol en un asunto muy complejo, logísticamente difícil, y si bien es cierto que es imposible alcanzar la perfección, lo que menos espera la FIFA es que un país organizador pierda el trofeo.

Faltaban apenas cuatro meses para que empiece a disputarse la Copa Mundial de Fútbol de 1966, y los ingleses en calidad de organizadores y anfitriones habían decidido exhibir la Copa Jules Rimet en varias ciudades de su país. Para marzo del mismo año el trofeo estaba expuesto en el Salón Central de la ciudad de Westminster bajo la atenta mirada de cinco guardias permanentes. Y sucedió lo impensable, se robaron la copa…

El 20 de marzo el guardia que generalmente estaba a cargo del trofeo tenía su día libre, y en algún momento en que los otros cuatro guardias del lugar se descuidaron para tomarse un café o para ir al baño, los ladrones forzaron una de las puertas traseras y el trofeo fue robado. Como podrán imaginarse se desató un escándalo de proporciones ya que los ojos del mundo estaban puestos sobre Inglaterra y su próximo mundial.
En medio del desconcierto de la policía británica, hubo una providencial llamada telefónica en la que el ladrón ofrecía devolver la Copa a cambio de £ 15.000 en billetes de baja denominación que serían entregados a una persona en un determinado sitio de la ciudad. La Scotland Yard y las autoridades aceptaron a regañadientes el trato, pero porque no tenían otra alternativa ni pistas que seguir.
El plan de la policía consistía en seguir muy de cerca, desde un automóvil a la persona que iba a entregar el dinero en el sitio acordado, pero se apresuraron y arrestaron al sospechoso antes de que pudiera decirles donde estaba la Copa. El alegaba que solamente era un intermediario y que no tenía nada que ver con el robo. La policía nuevamente se encontraba sin pistas y no sabía en qué dirección apuntar. Y aquí es donde entra en acción un perro llamado "Pickles".

David Corbett y su perro "Pickles"

El 27 de marzo, un londinense llamado David Corbett sacó a pasear a su perro Pickles. Se encontraban en el lado sur de la ciudad, cuando de repente algo debajo de un árbol distrajo la atención del perro. Pickles insistió olfateando y raspando hasta que sacó con su hocico un paquete envuelto en hojas de periódico y atado con una cuerda. Cuando Corbett abrió el paquete su sorpresa fue mayúscula al darse cuenta que había encontrado lo que todo su país y el mundo futbolero estaban buscando, la Copa Jules Rimet. Enseguida se dirigió a la estación de policía más cercana, pero el pobre hombre fue arrestado porque las autoridades creían que era una historia demasiado fantástica para ser verídica. Fue puesto en custodia como principal sospechoso del robo e interrogado hasta altas horas de la madrugada, en que las autoridades cotejaron datos y lo liberaron.
Una vez que su dueño fue absuelto de toda sospecha y considerado inocente, Pickles el perro, se convirtió una estrella mediática. Recibió invitaciones junto a su dueño para visitar otros países y tuvo un año de alimento para perros completamente gratis, patrocinado por una empresa local. Incluso llegó a protagonizar la película "El Espía de la nariz fría", y en la cúspide de su popularidad el perro llegó a ganar 60 libras esterlinas diarias para su amo.



Ese año se coronó como campeón mundial el equipo de Inglaterra y los jugadores hicieron una inusual solicitud, pidieron que Pickles y su dueño asistan al banquete de celebración que ofreció la Reina en Palacio. Después del Mundial, David Corbett recibió una recompensa de £ 3.000, pero su perro lamentablemente no vivió para ver la próxima Copa Mundial, a donde ya habían sido invitados con antelación.

Los jugadores ofreciendo la Copa a la Reina

El siguiente campeón mundial fue Brasil en México 70, y como ésta era la tercera vez que los auriverdes se alzaban con el título, ganaron el derecho de conservar este trofeo a perpetuidad como lo indicaba el reglamento. A partir de entonces el máximo trofeo del balompié es la Copa de la FIFA que todos conocemos.


Fuentes e imágenes:
ContiSoccer, Mentalfloss, Sports

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viernes, junio 18, 2010

El loco del diccionario

A mediados del siglo XIX las élites británicas asumían que la lengua inglesa estaba llamada a ser el soporte principal de su Imperio, ya que para esa época había colonizado casi todas las regiones de la Tierra. También estaban conscientes del peligro de la degeneración del idioma en regiones tan vastas y remotas, por lo que necesitaban un exhaustivo inventario del inmenso caudal de sus palabras. Nació así el proyecto de crear el «Nuevo Diccionario», labor que les tomó más de setenta años y por el que pasaron dos generaciones de lexicógrafos.

Participaron del proyecto más de 800 colaboradores voluntarios en los diferentes países y colonias de habla inglesa que trabajaron durante años sin percibir un solo penique. Uno de los más prolíficos y geniales fue el doctor W.C. Minor que envió más de diez mil aportes lingüísticos al editor general James Murray en pequeñas hojas de papel, escritos con caligrafía muy prolija.

James Murray (derecha) editor del Diccionario

El vínculo entre el editor del diccionario -Murray- y el Dr. Minor sólo había sido a través de correspondencia y jamás se habían visto. El editor quería agradecer a tan prolífico colaborador y cierto día decidió hacerle una visita sorpresa. Tomó un tren hasta la aldea de Crowthorne desde donde le llegaban los aportes, pero se encontró con que la dirección del remitente pertenecía a un hospital psiquiátrico. Se dirigió a la oficina del director y se apuró a presentarse, cordialmente:

-Dr. Minor, es un honor para mí y un grato placer conocer en persona a quien ha sido mi más asiduo colaborador.
-Se lo agradezco, pero lamento decirle que yo soy el director de este Centro para Criminales. Minor está aquí, es uno de nuestros internos desde hace veinte años, el más antiguo de todos nuestros pacientes.

El editor no lo podía creer, era imposible que un loco confinado por asesinato haya sido el más grande colaborador del nuevo Gran Diccionario de la lengua inglesa. ¿Entonces, quién era realmente el Dr. W.C. Minor?

William Chester Minor había nacido en 1834 en Ceilán, en una familia de misioneros originaria de Nueva Inglaterra. Huérfano de madre a los tres años, creció en contacto con la población indígena y acompañó a los misioneros norteamericanos por el sudeste asiático hasta Singapur. Volvió a los Estados Unidos a la edad de 14 años para proseguir con sus estudios, y no se detuvo hasta doctorarse en medicina a los 29 años en la Universidad de Yale. Poco después, en plena Guerra Civil americana, se enroló como médico en el ejército de La Unión y al año siguiente, en 1864, participó en la famosa Batalla de Wilderness, la más sangrienta de aquella guerra.


Pintura y foto de bajas en la Batalla de Wilderness

En sólo dos días murieron más de 27 000 soldados, muchos de ellos calcinados y mutilados, a cientos de los cuales el joven Minor tuvo que atender y ver morir, hecho que lo marcaría profundamente hasta el punto de volverlo literalmente loco. Quedó tan afectado después de aquel episodio, que en 1868 tuvo que ser recluido en el manicomio de Washington, y año y medio más tarde el ejército lo declaró inútil para el servicio concediéndole una pensión vitalicia.

William Chester Minor

William Minor salió del manicomio en 1871 y para escapar de sus propios demonios decidió viajar a Inglaterra, instalándose en Lambeth, uno de los peores tugurios del Londres victoriano. A los pocos meses cometió un infame crimen que fue titular en los periódicos de la época: el asesinato de George Merritt, un obrero inglés padre de siete hijos, por el cual fue confinado de por vida en el Hospital Broadmoor, la célebre prisión para enfermos mentales peligrosos, muy cerca de Oxford.

Hospital Broadmoor, aún en funcionamiento

En su nueva celda de dos habitaciones, Minor logró adecuar una biblioteca con los libros de su propiedad, cuyo traslado procuró el consulado de Estados Unidos, a los que se sumaron las obras que familiares y amigos le hacían llegar desde Londres, Boston y Nueva York. Día tras día durante décadas, se dedicó a redactar con sumo esmero miles de fichas para el "nuevo diccionario". En palabras del profesor James Murray, coordinador general de la obra, «la contribución del doctor William Minor es tan grande que sólo con sus citas podríamos detallar fácilmente la evolución de la lengua inglesa en los últimos cuatro siglos»

El profesor Murray insistió en su empeño de conocer personalmente a su misterioso colaborador y por fin en 1891 se dio el emotivo encuentro en la celda-biblioteca del psiquiátrico, y fue el inicio de una profunda amistad que no se truncaría hasta la muerte de Sir James Murray en 1915.

La esquizofrenia del doctor W. Minor se agravó a principios del nuevo siglo. En poco tiempo se sumió en la apatía y perdió todo interés por el diccionario al que había dedicado gran parte de su vida. En 1902 se mutiló los genitales. Después de treinta y ocho años de confinamiento en Broadmoor, en 1910 el Ministro del Interior Winston Churchill autorizó su repatriación a Estados Unidos donde fue ingresado en el mismo sanatorio de Washington del que había salido en 1871. El doctor William Chester Minor murió el 26 de marzo de 1920.


En diciembre de 1927 se cerraba la última entrada del monumental diccionario, que ahora conocemos como el Oxford English Dictionary y que para esa época contenía 414 825 definiciones y 1'827 306 citas históricas y literarias en doce inmensos tomos. En la segunda edición actualizada y ampliada de 1989, todavía se puede leer un lapidario agradecimiento al Dr. Minor. Esta nueva edición consta de 20 volúmenes, 21 370 páginas y 59 millones de palabras. La tercera edición se estima que estará disponible y corregida para el año 2037. Hasta nuestros días es considerado el diccionario más erudito y completo de la lengua inglesa.

Fuentes e imágenes:
BBC, Ec.europa.eu, Fact-index, Oxford English Dictionary

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miércoles, junio 16, 2010

Curas jugando al fútbol


Esta imagen se llama "Seminaristas jugando al fútbol" y fue captada por el fotógrafo español Ramón Masats en 1959 en el Seminario Conciliar de Madrid, en un momento de recreo en que los novicios aprovechaban para jugar después de comer, mientras otros estudiaban o dormían la siesta.
En su momento fue expuesta en el MoMA (Museo de Arte Moderno de NY) y le sirvió a su autor para conseguir el Premio Nacional de Fotografía en el 2004.

El arquero de la foto es el seminarista Lino Hernando y tenía 21 años cuando Ramón Masats lo inmortalizó en aquel instante mágico que quedaría grabado en la retina de la mayoría de españoles. Hernando actualmente es párroco de Nuestra Señora de Covadonga, en Madrid.
La imagen también fue recreada por Almodóvar en la película "La mala educación".


Fuentes: 1, 2

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domingo, junio 13, 2010

El día que los Beatles huyeron de Manila


Hace más de 40 años, los Beatles soportaron la peor humillación que les tocó vivir a lo largo de toda su carrera, y fue en Filipinas, durante una gira asiática que dieron en 1966.

The Beatles

La ciudad de Manila era la última parada de la gira de los cuatro de Liverpool antes de regresar a Gran Bretaña. Los músicos llegaron a Filipinas el 4 de julio de 1966 y el recibimiento que les dieron había superado todas las expectativas, fueron recibidos como héroes y 20 autos Cadillac oficiales estaban listos en el aeropuerto para recogerlos. Fue tan esperada la visita de los británicos, que hasta se acuñaron monedas conmemorativas del evento.


Las medidas de seguridad fueron las mismas que se prestaba a los jefes de estado extranjeros, puesto que Filipinas era un país realmente peligroso, todo el mundo portaba armas de fuego y la criminalidad estaba por las nubes.

En esa época, Filipinas se encontraba gobernada por la familia Marcos, que aprovechando la visita de los músicos, quiso mejorar su imagen pública, por lo que la Primera Dama, Imelda Marcos, invitó a los Beatles a su residencia oficial, el Palacio de Malacañang, a un almuerzo oficial, donde estarían sus tres hijos y altos funcionarios del gobierno.

Ferdinand Marcos y su esposa Imelda

Los ingleses que venían de ofrecer un concierto en Tokio y luego de un agotador viaje, con dos conciertos a la vista, para esa misma tarde y noche, decidieron declinar educadamente la invitación y se quedaron durmiendo en el hotel, ajenos a lo que estaba por suceder. Imelda Marcos no estaba acostumbrada a recibir un "no" como respuesta, así que decidió inmediatamente vengarse utilizando el control que ejercía sobre los medios de comunicación.

Esa tarde los Beatles tocaron ante 35.000 personas, y después del concierto Brian Epstein, manager del grupo, prendió la televisión para ver la cobertura del evento en los noticieros de la noche. Sin embargo la principal noticia mostraba a la Primera Dama en el palacio con sus invitados y 200 niños desilusionados. La voz en off decía:

"Los niños pobres empezaron a llegar desde muy temprano y esperaron hasta las dos de la tarde, en que fueron retiradas las tarjetas de los Beatles de la mesa".

Las cámaras grabaron en directo cómo la mandataria había sido "plantada" por los ingleses "deshonrando a todo el país". También se mostraban imágenes de los niños llorando y de los platos vacíos. Ahora el giro que daba la noticia, era que los Beatles habían desairado al presidente de Filipinas, a su esposa y 200 niños de la calle al no presentarse.

El manager del grupo envió a toda prisa una disculpa por escrito al presidente Marcos y convocó una rueda de prensa en el hotel donde explicaba que no se les había informado que el evento era para agasajar a 200 niños.

Concierto en el Rizal Memorial Stadium de Manila

Los Beatles recién se dieron cuenta de que la situación era preocupante, después del concierto que dieron por la noche, cuando vieron que su escolta policial había desaparecido. Cuando llegaron al Manila Hotel -donde se hospedaban-, las puertas de éste se encontraban cerradas con llave. Mientras esperaban sentados en el coche que los había llevado hasta allí, pensando en cómo podían subir a su suite a descansar, apareció una muchedumbre de alborotadores organizados que atacaron al vehículo, golpeaban las ventanas y lo sacudían de un lado a otro mientras los insultaban.

Vic Lewis era el publicista del grupo y en ese momento se encontraba con los músicos dentro del auto. Él fue quien le gritó al conductor: "Vamos, arranca! Ábrete paso entre la multitud y tumba la puerta del hotel!. El conductor obedeció y ya en la puerta de vidrio, los Beatles y su equipo pudieron bajarse a toda prisa porque la multitud les pisaba los talones.

Entrada del hotel donde fueron agredidos

Poco después, un oficial filipino se presentó en la suite del manager del grupo exigiéndole el pago de los impuestos, a lo que el manager contestó que el grupo no era responsable de pagarlos, sino el empresario que los contrató. De todas formas el oficial les comunicó que tenían orden de arraigo mientras los impuestos no fueran pagados en su totalidad. Brian Epstein, pagó $18.000 de su propio bolsillo para que les dejaran marchar, puesto que debían también pagar unos "impuestos especiales" que nadie había mencionado antes. Ese momento se dieron cuenta que debían abandonar lo más pronto el país y llamaron a los botones para sacar su equipaje, pero el administrador del hotel les dijo que todos los empleados se habían negado a trabajar porque desde hace algunas horas estaban recibiendo llamadas anónimas con amenaza de bombas al hotel. La embajada del Reino Unido también fue amenazada telefónicamente toda esa tarde y noche.


Publicidad y entrada para uno de los conciertos

A la mañana siguiente, Paul McCartney vio los escandalosos titulares de los periódicos. El Manila Times titulaba con letras de catástrofe: "Imelda plantada". Otro periódico decía: "Los Beatles desairan al presidente". Enseguida fue a las habitaciones de los demás y les dijo: "Vamos! Levántense de la cama! Nos vamos de aquí". Toda la comitiva agarró sus equipos y maletas y se dirigieron hacia los ascensores principales, pero estos estaban apagados. Tuvieron que bajar por las gradas cargando ellos mismos su equipaje y algunos amplificadores. La recepción estaba vacía y todos los coches habían desaparecido, incluso los que ellos habían alquilado el día anterior. Alguien vio pasar providencialmente un par de taxis, donde se apretujaron como pudieron y se dirigieron al aeropuerto.

Las calles hacia el aeropuerto habían sido también saboteadas, había soldados en las intersecciones y las vías estaban cerradas. Finalmente pudieron encontrar un camino secundario para llegar al terminal. Ya dentro del aeropuerto, los ingleses pudieron ver a un grupo de manifestantes que se acercaba peligrosamente hacia ellos. En el trayecto hacia el avión, que fueron obligados a hacer sin oficiales de seguridad y abandonando parte de su equipaje, les aguardaban unas 300 personas que les zarandearon y escupieron a ellos y a su séquito mientras gritaban "Beatles, go home!". El más afectado fue Ringo, que recibió un puñetazo en la cara y fue pateado tras caer al suelo. Mejor suerte tuvieron Paul McCartney y John Lennon, que se protegieron detrás de un grupo de monjas que iban en el mismo vuelo. Finalmente, cuando toda la comitiva pudo abordar milagrosamente el avión, el despegue se aplazó. Un grupo de uniformados subió a la nave y habló con el manager a quien informaron que para que el avión pueda salir, debían pagar un "impuesto de salida de Manila" que ascendió casi a la totalidad del dinero que los Beatles cobraron por los dos conciertos.

Tras un tira y afloja de 40 minutos con los responsables de la torre de control el avión logró despegar, y recién cuando levantó vuelo los ingleses se sintieron a salvo, pero ellos ya habían tomado una drástica decisión. Esta sería su última gira. John Lennon juró que nunca más iba a arriesgar su vida por un estadio lleno de adolescentes gritonas. Brian Epstein les dijo:

"Lo siento muchachos, pero ya nos pagaron por adelantado para tocar en Chicago, y si suspendemos el concierto hay una cláusula que nos multaría con un millón de dólares."

Así las cosas, ese mismo verano los Beatles tocaron en el International Amphitheatre de Chicago, que se convirtió en la primera parada de su tercera gira por los Estados Unidos, que por cierto sería la última como grupo.

Fuentes e imágenes:
Foro3K, Lisa's History, Beatlex, Pepperlandblog

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martes, junio 08, 2010

El escape más largo de la historia


En marzo de 1942, un grupo de soldados hindúes que patrullaban por las faldas del Himalaya, se sorprendieron al ver a cuatro hombres vestidos con pieles de animales caminando erráticamente y a tropiezos por un sendero de la montaña. Los soldados se asombraron aún más, cuando aquellos cuatro desconocidos que hace poco apenas se podían mantener en pie, extrañamente se echaron a reír y a bailar, se abrazaban y cantaban. Los cuatro tenían motivo para alegrarse: era el fin de una caminata de más de 7000 kilómetros huyendo desde un campo de trabajo soviético en Siberia. El escape y la odisea habían durado once meses. En la actualidad, Witold Glinski es el último superviviente de aquella odisea, considerada el más grande escape de la Segunda Guerra Mundial. Aquí su historia.

Witold Glinski

Witold Glinski era un adolescente polaco que vivía en la ciudad fronteriza de Glebokie cuando su país fue invadido por la Unión Soviética en 1939. Recordemos que para esa época los soviéticos eran aliados de Hitler. Fue arrestado junto a toda su familia y luego separado de sus padres. Lo acusaban de hacer espionaje para el enemigo y lo llevaron a la prisión de Lubianka en Moscú, y con apenas 17 años de edad fue condenado a 25 años de trabajos forzados en un gulag de Siberia. Para Witold a su corta edad esta sentencia era prácticamente una pena de muerte y él lo sabía. Había escuchado sobre las terribles condiciones de trabajo en aquellos campos de los cuales nadie salía vivo, tenía muy claro que sólo podría esperar la muerte o intentar escapar. Con este sombrío panorama Witold comenzó a planear su fuga en febrero de 1941 cuando fue trasladado al Campo de trabajos forzados 303 de Irkutsk, ubicado 400 millas al sur del Círculo Polar.


Trabajos en un "gulag" de Siberia

Se ofreció como voluntario para trabajar como leñador y en secreto iba dejando señales en los árboles, señalando el camino hacia el sur, hacía el mundo libre. Luego hizo amistad con la esposa del comandante del campo de prisioneros, quien le pidió de favor que le arreglara su radio que se había dañado.

"Ella me recompensó con una taza de té dulce y una rebanada de pan. Pero lo mejor de todo fue que encima de un escritorio había un mapa de Asia.”

Mientras tomaba su té muy despacio, Witold trataba desesperadamente de memorizar los detalles del mapa. La esposa del comandante pudo leer su mente y sabía que aquel joven intentaría escapar.

"Luego ella me dijo: Te daré ropa buena ropa y zapatos cómodos." "También un me regaló un paquete de carne seca, medias tejidas a mano y ropa interior larga."

En medio de una gran tormenta de nieve la noche del 9 de abril de 1941, tomó su mochila que sólamente era una manta atada en las esquinas y cavó un túnel bajo la alambrada. Cuando logró pasar hacia el otro lado, se percató de que seis hombres lo habían estado siguiendo en complicidad y silencio.

"Les dije que ibamos a caminar por lo menos durante 20 horas al día, que si no les gustaba, podían sentarse y esperar a los rusos."



"El clima era demasiado hostil ese momento como para que las patrullas nos salgan a buscar. Ningún animal o persona asomaría las narices con ese clima, así que era nuestra única oportunidad. El objetivo inmediato era salir de Rusia. La frontera estaba a 1.600 kilómetros de distancia. Yo sólo trataba de dirigirme hacia el sur."

Durante dos noches corrieron a campo traviesa sin pausa y se escondían durante el día para comer y tratar de dormir algo. No había señales de persecución, la nieve había cubierto sus huellas, y hasta aquí, la elección de la ruta de escape hacia el sur parecía ser la correcta.
Los siete fugitivos establecieron un sistema de caminata. Un hombre iba al frente abriendo el sendero por el bosque, y dos al final del grupo iban borrando las huellas con ramas de pino.
La primera vez que se sintieron a salvo y realmente pudieron descansar fue luego de cruzar el Río Lena, y fue también ahí donde probaron el primer alimento fresco después de nueve días, un pez que capturaron a través de un hueco sobre el hielo.

Casi no se conocían entre compañeros. No se hablaba mucho ni se atrevían a confiar unos en otros. Su relación fue construida bajo la sospecha y sin conversar, en silencio. Smith era un misterioso estadounidense que había estado trabajando como ingeniero en Moscú, cuando fue detenido. Batko era ucraniano, buscado por asesinato en su país natal, musculoso y decidido; siempre actuaba con fiereza. Zaro era propietario de una cafetería en Yugoslavia y los otros tres eran soldados polacos. Se dieron cuenta que para sobrevivir dependían los unos de los otros, y Witold se hizo cargo del grupo. Como creció en una zona rural de su país, había aprendido que plantas y cuales hongos eran comestibles, tenía conocimientos de pesca y sabía algo de cazar animales con trampas. Cierto día encontraron un venado atrapado en una quebrada. Esto les proveyó de comida durante varios días y con su piel se inventaron unos rudimentarios calzados porque ya no soportaban el dolor producido por las botas que les dieron en prisión.

Días antes de llegar a la frontera con China les ocurrió un suceso que todavía se mantiene vivo en la memoria de Witold. En medio del camino encontraron a una aterrorizada joven polaca de 18 años llamada Kristina Polansk, que había huido descalza por el bosque. Estaba escapando de los rusos que habían matado a su familia y tratado de violarla.

"Estaba muy sola y angustiada y cuando le inspeccioné el pie supe de inmediato que tenía gangrena. Yo no quería cargar con una mujer enferma, pero ¿qué podíamos hacer?"

Le hicieron un par de mocasines con lo que les sobraba de la piel de venado, y construyeron una camilla con un par de troncos delgados y algo de yerba seca para transportarla.

"Pero ella cada día que se ponía peor. Su pierna se volvió negra y la piel se le abrió debido a la hinchazón. Era algo terrible de ver. "

Cruzaron la línea del ferrocarril Transiberiano cerca de la zona de Mongolia, y allí lastimosamente Kristina contrajo la peste. Ella se negó a continuar la travesía, poco después cerró los ojos y murió. La enterraron en una zanja poco profunda y cubrieron su cuerpo con piedras. Lloraron juntos como compañeros por primera vez, luego estuvieron largo rato en silencio y poco después continuaron la caminata.


Poco a poco el paisaje fue cambiando, los campos y bosques empezaron a dar paso a las dunas de arena y rocas desnudas, y los caminantes llegaron a su prueba más dura y sofocante, con temperaturas de 40 º C durante el día, de congelación en la noche y devastada por las tormentas de arena. Se encontraban el Desierto de Gobi que cubre el sur de Mongolia y parte del norte de China.

"Caminamos en la oscuridad y bajo el sol, con la ropa andrajosa y apoyados en palos", dice Witold. "Los lobos y los chacales daban vueltas alrededor nuestro."
"Para conseguir agua chupábamos la escarcha de las piedras en la madrugada. Teníamos tanta sed que incluso bebimos nuestro propio sudor y orina."


La desesperación era total y el hambre los martirizaba, pero pronto se dieron cuenta de que el desierto estaba poblado de serpientes y se dedicaron a cazarlas con sus bastones. Era una actividad agotadora porque se les escabullían en la arena y al seguirlas, los hombres se deshidrataban más. Cuando lograban atrapar una, le cortaban la cabeza y procedían a quitarle la piel y la médula espinal -por miedo al veneno-. Luego la cortaban y la hervían en muy poca agua porque casi no tenían. Los que al inicio se resistieron a comer serpiente, con el pasar de los días no tuvieron otra opción. Dos soldados polacos empezaron a sentirse enfermos y al poco tiempo mostraron síntomas de escorbuto, el deterioro fue progresivo y murieron al poco tiempo.

"Intentaban seguir a nuestro ritmo pero cada vez caminaban más lentamente, las piernas se les hincharon y se podían sacar fácilmente los dientes con los dedos" "Murieron el mismo día. Cuando acabamos de enterrar al primero, el segundo ya casi había perecido. "

Los dos hombres habían caminado siempre juntos. Ahora quedarían para siempre uno al lado del otro en las tumbas que les cavaron.


En octubre de 1941, a seis meses de haber escapado, ya se encontraban avanzando por el Tíbet, donde pudieron ayudar a granjeros y pastores a cambio de alimento y refugio. Su siguiente paso fue escalar el Himalaya que también cobró su víctima. Otro de los soldados polacos murió al caer en una grieta profunda mientras descansaba sobre una cornisa que se derrumbó. En las dos últimas semanas de su marcha, Witold se encontraba muy débil y enfermo y sólo recuerda fragmentos e imágenes vagas. Apenas recuerda que su cabello le había crecido tanto que le protegía el cuello en las noches heladas. Sus rudimentarios mocasines de piel los habían protegido de la nieve y del desierto, y aunque a jirones y flequillos, los pantalones que les dieron en la prisión todavía les duraban. Ver a ese grupo de sobrevivientes debe haber sido lastimero.


Un sherpa local se conmovió viéndolos tan maltrechos y los condujo a través de las montañas, a lo largo de caminos tan estrechos que tenían que caminar de lado para no caer al precipicio, hasta que los dejó en una ruta cercana a lo que ahora es Bangladesh. Witold aún recuerda que era un camino empinado y polvoriento, llevaban varios días sin comer y casi no podían mantenerse en pie. En eso vieron que un vehículo militar se acercaba y pudieron divisar hombres uniformados y armados con cuchillos de aspecto terrible.

"Me dije a mí mismo: Este es el fin!" Entonces me di cuenta de que estos hombres estaban bien vestidos, bien disciplinados, definitivamente no eran rusos. "

De hecho eran Gurkhas, que los recibieron con una bienvenida muy británica, una jarra de té y un plato de sándwiches de pepino; luego fueron trasladados a un hospital de Calcuta. El largo camino había terminado. La fuga más larga de la historia había sido concluida después de once meses de caminata y habían cubierto una distancia de 4500 millas, o sea más de 7000 Kms. Pero para Witold Glinski este no fue el final de la guerra, ya que cuando llegó a Gran Bretaña se unió al resto de tropas polacas que apoyaron en el desembarco de Normandía, donde también recibió una herida de bala en combate.

"The Long Walk", libro de Slawonir Rawicz

La guerra ya había terminado y en 1956 fue lanzado en Gran Bretaña el libro The Long Walk escrito por el polaco Slawomir Rawicz, que se convirtió en un bestseller a nivel mundial. En este libro, Rawicz se hace pasar por uno de los sobrevivientes, pero luego se descubrió que había tenido acceso a documentos oficiales e interrogatorios de los verdaderos protagonistas para poder plagiar la historia.

Witold Glinski en la actualidad

Witold sabía que su historia había sido robada, pero nunca protestó porque quería olvidar la guerra y concentrarse en su vida actual -donde ya había contraído matrimonio-, y se dedicó a trabajar en la construcción de autopistas hasta jubilarse.

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Caminaron más de 7000 Kms desde el campo de trabajo de Irkutsk hasta el territorio donde actualmente es Bangladesh. Prácticamente cruzaron de norte a sur el continente asiático. Para que tengan una idea más clara, es la misma distancia que separa Nueva York de París, la misma distancia desde Madrid hasta La Habana en Cuba, o como desde Buenos Aires hasta Ciudad de México.

Fuentes:
Mirror, Socyberty, Nols

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domingo, junio 06, 2010

La Bandera Roja sobre el Reichstag

Esta es otra de las imágenes más famosas de la historia que representa la caída de la Alemania nazi y el fin de la Segunda Guerra Mundial. En ella podemos ver a un soldado soviético izando la bandera de la hoz y el martillo sobre el Reichstag -Parlamento alemán-, y como todas las grandes fotografías, ésta también tiene sus secretos.


Fue tomada por uno de los fotógrafos oficiales del ejército rojo, Yevgueni Jaldéi el 2 de mayo de 1945, quien también quería pasar a la historia tomando una foto emblemática del ejército soviético como lo había logrado poco antes Rosenthal con los americanos y su famosa foto de Iwo Jima.

Jaldéi consigue una bandera roja y se dirige al emblemático edificio del Reichstag. En la entrada se cruza con dos soldados soviéticos con los que sube al tejado, utiliza un carrete entero y vuelve a Moscú.Tras el revelado en la Unión Soviética, se dan cuenta de que el soldado que sostiene al compañero que iza la bandera tiene dos relojes en sus muñecas, prueba del pillaje de los soldados rusos.
Consciente de la trascendencia histórica de la que gozaría la instantánea, trató de impedir que se acusara de saqueadoras a las tropas soviéticas y uno de los relojes fue eliminado de la muñeca del soldado. Del mismo modo se añadió humo en el fondo para darle mayor dramatismo a la imagen.
Hay que recordar que durante esa época, los relojes y muchos artículos de uso cotidiano como las bombillas de luz o las radios escaseaban en la Unión Soviética y eran artículos muy apetecibles para los soldados rusos. De todas formas hay que decir que el alto mando soviético había prohibido terminantemente a sus tropas el saqueo de las víctimas.

Fotografía original donde puede verse al soldado con dos relojes

Fotografía trucada, desaparece el reloj de la mano derecha y se aumenta el humo

Ser el autor de esta foto, más conocida como La Bandera Roja, no le sirvió a Jaldéi para salvarse de la represión y sufrió grandes penurias por su condición de judío. En 1995 recibió un reconocimiento internacional donde también fue invitado Rosenthal. Ahí exclamó: “¡Si Hitler supiera que dos judíos inmortalizaron las dos banderas de la victoria!” lo que motivó los aplausos del público.

Fuentes: 1, 2, 3

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miércoles, junio 02, 2010

Las violaciones de Monte Cassino

Marocchinate es una palabra italiana despectiva que significa "mujer del marroquí", y se conoce con ese término a las mujeres que fueron víctimas de una masiva violación en la Segunda Guerra Mundial por parte de las tropas francesas marroquíes. Este crimen de guerra se cometió luego de la Batalla de Monte Cassino, en las comarcas de Ciociara, Ausonia y Hesperia, al sur de Roma.

Para 1944 el Tercer Reich de Hitler estaba casi derrotado y apenas le quedaban unos pocos bastiones fuera de Alemania, uno de ellos era Roma. Para liberar a Roma de los alemanes, los aliados debían tomar una colina rocosa llamada Monte Cassino, en cuyo monte existe una abadía que en aquella época se había convertido en cuartel general de los nazis.

Monte Cassino en ruinas en 1944

El Monasterio en la actualidad

En la Batalla de Monte Cassino aparte de los soldados norteamericanos, participaron activamente los aliados, entre ellos los "Goumiers", que eran soldados marroquíes al servicio del ejército francés, ya que Marruecos fue su protectorado hasta mediados del siglo pasado.

Tropa de soldados marroquíes o "Goumiers"

Por fin los aliados pudieron tomar Monte Cassino el 18 de mayo de 1944 después de una de las más cruentas batallas registradas en territorio italiano. Ese mismo día por la noche después de haber cesado los combates, el general francés a cargo de los goumiers, Alphonse Juin, en recompensa por la victoria, les dio dos días libres a sus mercenarios, en los cuales éstos asaltaron, violaron y mataron a las mujeres italianas de las colinas circundantes. No repararon en la edad, fueron ultrajadas mujeres que iban desde los ocho hasta los 80 años de edad, y los pocos hombres o parientes -si es que lo había - fueron asesinados cuando quisieron defender a sus mujeres.

Entre las costumbres de los pueblos afro-asiáticos como los marroquíes, la derrota del enemigo debe estar acompañada de la humillación, saqueo y violaciones. Esta es una de las vagas excusas que los historiadores aliados han querido dar a lo que sucedió en Monte Cassino, hechos que por cierto fueron quedando en el olvido, principalmente por vergüenza propia o porque aquella era una zona marginal. Son historias de mujeres contadas por generaciones de madres a hijas.
Las pocas mujeres que lograron huir fueron rescatadas por las patrullas estadounidenses, que las protegieron y las trasladaron a lugares seguros lejos de los goumiers.
El ejército francés no quiso intervenir diciendo que era imposible poner orden a los mercenarios marroquíes.

A tal punto llegaba su crueldad, que los alemanes que fueron capturados por los marroquíes fueron vendidos a los americanos, muchos de ellos cortados las narices y las orejas, que se las llevaban como trofeos de guerra para exhibirlos en sus tribus primitivas.
Un testigo de la época, habitante de Cociara, los describe así:

"Las tropas coloniales francesas eran como grupos de mendigos, como bandidos saqueadores, no parecían soldados. Realmente parecían vagabundos"

Y es que en verdad, estos soldados marroquíes ni siquiera sabían por qué los habían llevado a pelear. Sólo sabían que había combates entre europeos y que ahí no tenían nada que hacer, salvo ser carne de cañón, como lo fueron históricamente desde la época de Napoleón III.

Los temidos Goumiers

Investigaciones posteriores establecieron que el número de mujeres violadas en esos dos días superó los siete mil.
Aunque el estado francés fue reticente y no quiso reconocer la magnitud de las posteriores demandas, abrió algunos expedientes judiciales emitiendo condenas a pena de muerte y trabajos forzados a 160 soldados, la mayoría de los cuales no se cumplieron. Más bien se sabe de 15 marroquíes que fueron sorprendidos en el acto y fueron fusilados ese mismo momento.
De todas estas violaciones casi no nacieron hijos, porque los soldados marroquíes tenían graves enfermedades venéreas que causaron la interrupción del embarazo y abortos espontáneos en la mayoría de los casos. Las pocas madres que tuvieron hijos, en su mayoría emigraron a ciudades más grandes donde no pasarían vergüenza.

"Two Women", película sobre el tema protagonizada por Sofía Loren

En 1957, el escritor italiano Alberto Moravia escribió la novela La Ciociara, sobre las violaciones en masa en esta ciudad. En 1960 se llevó al cine bajo el título "Two Women", con Sofía Loren como protagonista, papel que le reportaría el Oscar a mejor actriz. Esta fue la primera vez que concedían el Oscar a un papel en habla no inglesa.

Fuentes e imágenes:
Elgrancapitan, Laestanteria, Italia-rsi, Italy.indymedia

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