Antes de que los Estados Unidos se involucren en la Segunda Guerra Mundial, la Alemania nazi ya había puesto un grupo de espías operando en ese país en puestos claves -medios de prensa, cafeterías, restaurantes- para reunir información que pudiera ser utilizada en la eventualidad de que tuvieran que enfrentarse a ellos en la guerra, y así poder sabotear territorio norteamericano.
Cuando los Estados Unidos le declararon la guerra a Alemania, Hitler ordenó al servicio de espionaje alemán (Abwher), que utilizara la información obtenida y desatara el caos en territorio americano y la llamó Operación Pastorius.
El 12 de junio de 1942 desde un submarino U-202 desembarcaron cuatro agentes alemanes con planos y explosivos en las costas de East Hampton, NY. Su misión era destruir las centrales eléctricas de las cataratas del Niágara y tres fábricas de aluminio en Illinois, Tennessee y Nueva York. Sin embargo, el desembarco fue avistado por un miembro de los guardacostas que, de inmediato, dio la voz de alarma. Tras ser capturados, fueron interrogados por el FBI y dos de ellos, George Dasch y Ernest Burger, decidieron confesar para que su condena no sea tan drástica.
Después de su deportación, George Dasch, que había vivido muchos años en Estados Unidos antes de la guerra, tuvo una vida difícil en Alemania, ya que fue hostilmente recibido por haber cooperado con las autoridades estadounidenses. Su condición de deportado le impedía regresar a los EstadosUnidos, y aunque pasó muchos años escribiendo a destacadas autoridades estadounidenses (J. Edgar Hoover, Director del FBI y al ex Presidente Eisenhower entre otros) solicitando permiso para volver a vivir en Norteamérica, nunca tuvo éxito. Finalmente huyó a Suiza, donde al fin pudo radicarse y escribió un libro titulado "Ocho espías contra América".
Durante el juicio y por medio de las confesiones, se llegó a saber que muchos de los infiltrados que suministraban información desde antes de la guerra, seguían en los Estados Unidos, pero estos no pudieron ser detenidos ya que tras el revuelo que desataron los juicios, varios espías escaparon de las autoridades, pero igual seguían en el país.
A raíz de esto se desató en el país una fiebre de paranoia y desconfianza, que a todos los ciudadanos les hacía pensar, que podían estar siendo espiados por cualquier persona, hasta por sus propios vecinos.
Las autoridades, contagiadas por el temor al espionaje nazi, imprimieron carteles de propaganda, en los que exhortaban a la población a ser cauta en sus conversaciones, más aún si tenían algún familiar en el ejército.
En 1944 hubo otro intento de infiltración, conocido como "Operación Elster" (urraca). En esta operación estuvieron implicados un espía alemán y un estadounidense llamado William Colepaugh, que se había pasado a los alemanes. Su misión era reunir información sobre el Proyecto Manhattan que desarrollaba la bomba atómica, y sabotearlo si era posible. La operación fracasó porque el norteamericano se entregó voluntariamente al FBI el 26 de diciembre, y reveló todo el plan. El espía alemán fue arrestado cuatro días más tarde en Nueva York. Ambos fueron condenados a muerte, pero se les conmutó la sentencia, dándoles penas de 15 años de prisión.
Fuentes y referencias:
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4 comentarios:
Por enésima vez gracias Carlos.
No dejo de aprender aquí.
Y además de forma amena.
Venir a tu blog es un privilegio.
Saludos.
Hola Carlos:
Pareciera que en este tema, a Hitler no le sirvió el haberse pasado de listo.
Un abrazo.
Muy interesante todo lo que he leido en su post. He leido la novela Tiempo entre costuras, trata de una costurera española que espió para los ingleses, pasando información sobre los alemanes que habitaban en Madrid durante la guerra civil española.
Al leer esta publicación tan detallada he pensado en lo vulnerables que somos, puesto que la figura del espía ha existido siempre.
saludos.
Mencantan esos afiches con los que decoras cada relato que nos cuentas amigo!!!
P.D.:Las historias de espìas sì que han estado teñidas de adrenalina,verdad??
MIS BESITOS AL DESCUBIERTO ;-)
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